sábado, 26 de enero de 2008

PAPEL AMARILLO



Debe ser incomprensible verse ahora y haberse visto frente al espejo con trenzas, la mirada brillante, la sonrisa abierta y la belleza de la piel nueva. Lee sus cartas una y otra vez, cartas de amor, burlándose un poco, analizándose retrospectivamente, como si pudiera alcanzar con su deseo el retorno que no le concede el tiempo.

Viaja tan lejos que ya no advierte mi presencia. Vuelve a estar con ese señor tan serio del retrato, con su peinado bigote, que puede morir de tristeza si no recibe sus cartas a tiempo. Esa es su realidad, su verdad. Una verdad un poco triste como de teatro vacío, donde un único espectador oculto en la oscuridad de terciopelo, ríe entre las butacas sosteniendo un reloj de arena.

Y vuelve a guardar sus cartas, esperando volver a sentir pasiones nuevas con igual intensidad que las antiguas. Sin que el espectador que se ríe lo advierta.

Da pánico pensarlo, encontrarnos dentro de la sucesión de los años solos con un montón de recuerdos, con los “te quiero” sobre papel amarillo atado con una cinta. Tan desolador, tan cursi que empiezo a comprender eso que llaman los viejos soledad.

domingo, 20 de enero de 2008

OASIS


Caí en un abandono tenso, dejándome llevar sin voluntad tras el primer sedante.
Las pantallas fluorescentes volaban lentas. Desde mi horizontal el techo giraba en los cruces de pasillos sin ver al conductor que tras de mí sorteaba las otras camillas con precisión. Dos leves sacudidas al entrar en el ascensor y bajada al sótano.

Respondí con una sonrisa sin fuerza a las palabras tranquilizadoras del cirujano. Bajo la lámpara, un verde monocromo. Los brazos en cruz ,la lejana conversación de los médicos, instrumental, ruidos metálicos, anestesia. Tirones sobre la pierna de corcho, confusión mental , extrañas pesadillas y un frío interno desconocido. Tiritar, castañetear de dientes, escalofríos.

Sala de reanimación con aire caliente para mi cuerpo aterido, desesperadamente helado.
Sesenta minutos para recuperar el dulce calor normal y retorno a la planta 6ª.
Suero, sedante y sueño profundo. El mundo y sus pesares más allá de las paredes de la habitación. El sistema nervioso relajado, la mente vacía, la existencia aletargada.

La felicidad era aquel oasis temporal. No quise salir nunca del postoperatorio.

sábado, 12 de enero de 2008

AL SALIR DE CLASE

Al salir de clase, el más mayor nos condujo hasta el interior de un portal. La expectación era colosal, nos había prometido mostrarnos unas fotos, ya no recuerdo como las calificaría entonces para despertarnos tanto interés.

Eramos una media docena de chavales entre doce o trece años arremolinados en torno a Martin, que tendría uno o dos años más. Después de asegurarnos que no venía nadie, extrajo de un sobre arrugado un manojo de fotos en blanco y negro tamaño 9 x 13 cm. con un filete blanco alrededor, se diría que eran unas fotos vulgares, familiares.

Las risas nerviosas cesaron de golpe, para pasar a un silencio conventual, acentuado por la altura del oscuro interior del portal. Solo Martin hablaba y reía viendo nuestras caras, un momento después todo fueron exclamaciones y de nuevo un coro de risas inquietas.

No podían ser reales aquellas imágenes fuera de toda razón. Dos mujeres con algunos kilos de más (sería el gusto de la época), sentadas en un sofá a ambos lados de un hombre peludo (sería también la moda de la época), le practicaban una felación (elegante palabra que descubrí algún tiempo después). Para nosotros que nunca habíamos visto nada igual, en aquel momento simple y espantosamente, le chupaban la polla.

Las siguientes imágenes eran variantes de la primera, otras posturas y diversas formas de coito, un conjunto de grotescas figuras y oscuros sexos en una danza quieta, que daban como resultado una extraña mezcla de repulsión y deseo.

No recuerdo más detalles, las caras de mis compañeros y sus expresiones se han borrado de mi memoria. Era mediodía y cada uno se fue a su casa a comer. Supongo que me costó mirar a mi madre a la cara después de lo que había visto y enterraría la mirada en el plato de sopa.

Ya nunca más pude ver fotografías en blanco y negro con filete blanco, tamaño 9 x 13 cm., vulgares, familiares, de viajes, de cumpleaños...sin pensar en aquella revelación.

domingo, 6 de enero de 2008

EL TRIANGULO VERDE


El príncipe la vio en la sala sobre un lecho salpicado de pétalos, bajo una fría luz cenital. Se dispuso a cumplir la leyenda, se inclinó hacia ella y la besó en sus labios pálidos y fríos. La princesa permaneció inmóvil. El príncipe pensó que el beso había sido demasiado leve e insistió. Esta segunda vez sus labios presionaron con más fuerza., le abrió la boca y su lengua recorrió los dientes, el paladar, rodeó la lengua. Ella seguía quieta.

Comenzó a pensar que era un príncipe inexperto o bien que la leyenda, por pudor no explicaba totalmente lo que había que hacer para despertarla. Decidió ir más allá. Desabotonó el corpiño y descubrió sus pechos blancos, besó sus pezones rosados. Los apretó con ambas manos, los mordió, volvió a besarlos. Ninguna reacción, la princesa seguía tan dormida como antes de su llegada.

A pesar de su perplejidad, el príncipe notó una turgencia en su entrepierna. Debía insistir, ya estaba claro que la leyenda no describía todo lo que había que hacer. De modo que le levantó el vestido hasta la cintura, descubriendo unos muslos plenos, lisos como el mármol que acababan en un vértice suntuoso. Le separó las piernas y se dirigió al centro, su lengua recorrió todos los rincones con una agilidad de pequeño animal autónomo, lamía, succionaba, frotaba los labios en una convulsión loca. Levantó la vista un instante para ver alguna reacción en su rostro. Ella parecía inerte, insensible a todo el frenesí que se concentraba bajo su vientre.

Fuera de sí, el príncipe olvido la leyenda y ajeno a toda razón entró en ella con un vigor animal, ciego. Las embestidas zarandeaban el cuerpo yerto y el lecho, en un vaivén enloquecido. Una y otra vez vació su pasión hasta caer vencido y exhausto junto a ella, quedando profundamente dormido.

A los pocos minutos la princesa despertó de su interminable letargo. Sorprendida, miró al príncipe yaciendo a su lado. Del bolsillo del pantalón asomaba una tarjeta blanca con un triángulo verde. La tomó en su mano sintiendo de inmediato su poder y con la gratitud de un genio liberado de su lámpara, le besó la frente y le dejó dormir su sueño eterno.

La princesa, feliz y devuelta de nuevo a la vida, abandonó el castillo y pasó todo el día en las rebajas de El Corte Inglés.

(The Daily Mail: Encuesta realizada en el Reino Unido: El 85% de las mujeres encuestadas prefieren ir de compras que practicar sexo con sus parejas)