jueves, 24 de abril de 2008

24 DE DICIEMBRE



A las dos de la tarde, terminó el trabajo. Había que pasar por el exiguo aperitivo que ofrecía la empresa, por el discurso del Gerente, deseándonos a todos una feliz Navidad entre dolientes frases acerca de la difícil situación económica y la arenga final hacia la consecución de nuevos objetivos y retos para el año próximo.

Pasado el trámite, todos salimos en tropel, tomamos un bar al asalto para vaciar las existencias alcohólicas. Era divertido ver al jefe de producción bajándose los pantalones. Escuchar los chistes demencialmente obscenos del director comercial, aquel señor siempre tan formal. Los litros de cubatas iban desapareciendo de la barra. Las mujeres de la oficina perdieron las formas, las más mayores ejecutaban una danza del vientre grotesca. El griterío era tal que no se podía mantener una charla a un palmo, la comunicación pasó a ser por signos.

Pasadas dos horas salimos de aquel alboroto, sin despedirnos de nadie. Te ajustaste el cinturón y te agarraste a la manilla del techo. Las calles parecían infinitas, las luces navideñas, encuentros en la tercera fase, las rotondas pistas de autos de choque. No sé como pudimos llegar enteros a tu barrio y no recuerdo como aparqué el coche, milagrosamente intacto.

Solo eran las seis de la tarde y nos metimos en un tugurio, un bar de barriada, con mesas de formica desconchadas, viejos con una querencia eterna a la barra y el del bar que nos daba conversación y acabó bebiendo con nosotros. Primero dos gintonics para apagar la sed, después una botella entera de orujo casero entre los tres. Anécdotas, risas y esa alegría verdadera que solo los pobres pueden sentir.

Cerró pronto el bar porque era Nochebuena. El frío exterior me despejó un poco. Tuve que colgarte un brazo a mi cuello para que pudieras caminar. Nos reímos a gritos, a ratos caminamos en silencio. Te acompañé hasta tu piso, tuve que ayudarte a abrir la puerta -tus intentos de meter la llave en la cerradura resultaban cómicos, te producían una risa histérica- Una vez dentro, en el recibidor, cuando ya me iba, te pusiste frente a mí y de repente muy seria, dijiste:
Eres muy importante para mí ¿lo sabes? No se qué hubiera sido de mí en esta ciudad sin tí. Sin poder hablar con nadie profundamente, sin poder desahogarme. Te quiero muchísimo.

Me abrazaste llorando, sin defensa alguna, sin la fuerza de tus veinte años. Te acaricié el pelo como en un acto reflejo y di gracias a la borrachera por mantenerme sereno en aquel momento. Sentí un extraño amor filial, desconocido, nuevo. Te llevé hasta el sofá, besé tu mejilla y me fui.

Tres días después, lo último que recordabas era la llave que no entraba en la cerradura. Te miré y no te dije nada.

domingo, 20 de abril de 2008

UN ARTICULO DE LUJO



Como cada lunes a las nueve, Pablo ocupaba su puesto frente a mí en la oficina. Nuestras mesas unidas por la cabecera, propiciaban la confidencia para contarnos toda clase de cosas. Eramos ese tipo de obligados compañeros de trabajo, que por fortuna congenian y con los que se hace más llevadera la jornada.

-¿Qué tal el fin de semana, Pablo, has ligao?

-Ya sabes que son las mujeres las que realmente deciden cuando se hace sexo. Me río cuando oigo frases como: Me he tirado a tal chica...A parte de ser de un mal gusto considerable, son completamente equivocadas, incorrectas y no describen de ninguna manera lo que pasa en realidad.

-Como vienes este lunes...

-Siempre son ellas las que deciden. Nosotros nos ponemos la colonia y pagamos la cena, pero el resto depende de su voluntad. De hecho los hombres siempre queremos hacer sexo; hay un estudio que dice las veces al día que tenemos pensamientos libidinosos, la cifra es demencial. De manera que si nosotros no estamos todo el día haciendo sexo, es porque las mujeres tienen cosas más importantes que hacer.

-Venga, Pablo, tú eres joven y bien parecido, no tendrás tantas dificultades...

-Contra esa dictadura arbitraria, tenemos que vivir nuestra sexualidad dependiente. Pero este fin de semana he descubierto un lugar donde si eres joven y mínimamente presentable, tienes la sartén por el mango.

-¿Ah, si y dónde esta ese sitio?

-El local es miserable, tiene un nombre que evoca el Caribe, pero es el único donde la masculinidad se impone. Donde mujeres hambrientas, que superan la cincuentena, darían cualquier cosa por un momento de desmadre contigo. Si eres un hombre en condiciones, cuando entras en ese local, te conviertes en un artículo de lujo. A veces las edades son tan elevadas que dan vértigo, pero tiene gracia el cambio de papeles y las nuevas sensaciones, como cuando una señora mayor que tu madre te procura unas atenciones en los lavabos.

-Ya me darás la dirección.

sábado, 12 de abril de 2008

LITERATURA



Me faltaba solo un capítulo para terminar mi novela. Ya había agotado las ideas después de seis meses de trabajo. Pensé que tenia que documentarme de la realidad -esa ficción convencional – única fuente fiable para escribir. Si no me parecía lo bastante excitante, la crearía yo misma. En ese momento un SMS de Sam, me invitaba a cenar.

Desde hacía tiempo, Sam me tiraba los tejos y yo le daba largas, le decía que no saldría bien, que se iba a complicar la vida conmigo. Sin embargo, siempre le despedía con fugaces y ardorosos besos, en lugares o situaciones sin oportunidad de ir más allá. Sé que estaba creándole una tensión insoportable, mezcla de dolor y placer, con esos hociquéos que parecían un premio de consolación.

Se me ocurrió una idea para terminar el capítulo, con Sam de protagonista, aprovechando la circunstancia de la cena:

“Aquella noche invité a Alma a cenar, a uno de esos restaurantes poco iluminados, de carta creativa, flores y velita en la mesa.
Hacía meses que le proponía hacerle el amor. Quería saber como era en la intimidad , como se movía , su expresión. El tacto de su piel, su estremecimiento. Su carácter en esa situación, si lo hacía en silencio o le gustaba hablar. Sería discreta o ruidosa , le gustaría mirar a los ojos o cerrarlos y todo un sin fin de detalles que yo quería observar con atención de entomólogo.

A la segunda botella de vino, aumentaron las risas y el tono de la conversación. Después de hablar de lugares comunes, trivialidades y anécdotas, salió el tema principal. Me empleé a fondo, le dije todo lo que pensaba. Un poco achispado por el vino, mis palabras fluían fáciles, deshinibidas, como si no hubiera nada que perder.

Alma empezó a hacer bromas con el camarero de camisa y delantal negro hasta los pies, al tiempo que controvertía todas mis razones. Se reía por cualquier cosa, se reía de mí.

-Sam, cariño, no sabes nada de mí. Ignoras mis deseos, ni te los puedes imaginar. Quizás solo puedas ver un poco la superficie. Esta noche voy a hacerte sentir. Vas a descubrir cosas de ti mismo que aún no conoces.

Los platos de postre parecían creaciones pictóricas de un artista de vanguardia, con obleas retorcidas de colores transparentes inverosímiles, salpicadas con jaleas de extrañas confituras y jarabes cristalinos mezclados con chocolate negro.

Alma, ya coqueteaba descaradamente con el camarero, que al principio se cortaba un poco en mi presencia. Me acabé la mitad de la botella que quedaba, pedimos cafés y la gentileza de la casa nos acercó un carrito de licores exóticos. Quise por un momento probarlos todos para soportar la situación, pues ella insistió en sentar a su lado en la mesa al camarero, aprovechando que éramos los últimos clientes y la puerta ya estaba cerrada.

En un descuido, mientras cogí una botella, me sorprendí al ver como Alma se morreaba furiosamente con él. El chico debió pensar que éramos una pareja liberal y le siguió la corriente ya sin reservas. Entre sorbos de licor, vi como Alma metía su mano bajo el largo delantal. La luz ambiente era más baja de lo habitual en aquel momento casi de cierre. Cuando Alma se inclinó hacia el regazo del camarero, me miró con una maliciosa sonrisa.

Me levanté y fui a pagar a la caja, al fondo del local, dando tumbos y con la garganta ardiendo por efecto del licor y la congoja. Con mano temblorosa, firmé el recibo de la Visa.

Salí de allí, sin atreverme a mirar atrás, para no quedarme inmovilizado como una estatua de sal. Fui hacia el coche, las luces de la ciudad allá abajo parecían candilejas de un colosal teatro cómico. La noche me daba vueltas a través del parabrisas, mientras esperaba a Alma. No sé cuanto tardó en llegar, no supe medir el tiempo. Solo recuerdo que me despertó del letargo el golpe, cuando ella cerró la puerta y se sentó a mi lado. En ese momento yo solo era un muñeco inerte. Me tomó la cara con ambas manos y me besó profundamente, varias veces, lamiéndome los labios, la nariz, los párpados cerrados, derramando largas lágrimas que Alma sorbía para volver a besarme y dejarme de nuevo en la boca el sabor del camarero.

Cariñosamente me dijo:

-Sam, guapo...Pero no ves que a quien quiero realmente es a ti, no llores, cariño.
Ya te dije que te haría sentir...
Anda, arranca y llévame a casa que ya es muy tarde y estoy cansada.”

Un mes después, llamé a Sam muy contenta. La editorial publicaría mi libro, en una colección de jóvenes escritoras, nuevos talentos emergentes muy interesantes comercialmente para ellos, dado el contenido de obras como la mía.

El primer libro se lo dediqué a él, con todo mi cariño.

viernes, 4 de abril de 2008

VENGANZA



La organización estaba constituida por profesionales de diferentes disciplinas; investigadores privados, abogados, médicos, psicólogos, ex mercenarios, expertos en seguridad privada, actores y sicarios.

Llegar a ellos no fue nada fácil, para conseguir la primera información sobre sus servicios había que desembolsar una importante suma. El siguiente paso fué a través de internet, donde fui atendido por un busto parlante infográfico. Él sería mi interlocutor a partir de aquel momento. Me informó cuidadosamente de todos los servicios que su empresa podía ofrecerme a través de una especie de messenger privado. El pago debía hacerse mediante apartado de correos y siempre en metálico.

Existían distintos niveles de servicio, agrupados en packs:
Pack A: Ruina económica de la víctima.
Pack B: Ruina económica y psicológica.
Pack C: Contenía los packs A y B e incluía daños a terceros, normalmente familiares y seres queridos.
Pack D: Incluía todos los anteriores, más daños físicos a la víctima.
Pack E: Muerte accidental de la víctima.

REVENGE INC. Especialista en venganzas por encargo, aseguraba el éxito de sus acciones en un plazo inferior a un año, dependiendo del Pack elegido.

Sus depurados métodos y su técnica refinada, conseguían que el objetivo se cumpliera siempre. El ataque sobre la víctima, tenía apariencia de casualidad, mala fortuna del sujeto en los negocios, en su vida privada y en todas sus relaciones. Algunos casos conducían al suicidio de la víctima, haciendo inútil la contratación del Pack E, con el consiguiente ahorro que eso supone.

No era posible vincular a la organización y mucho menos al cliente en sus actividades. El resultado era seguro, fiable y definitivo.

Ni que decir tiene que las tarifas eran astronómicas. Vendí casi todas mis propiedades para hacer frente a sus honorarios, con la satisfacción previa de ver pronto realizada mi venganza.

Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. Frío sí, pero el más delicioso. No existe placer que se le parezca, es inconmensurable, grandioso.
Ya habían transcurrido más de siete años, desde que pude desembarazarme de K. Aquel vampiro emocional que destruyó quince años de mi vida, que deberían haber sido los mejores. El daño fue irreversible, para siempre. Aún hoy, a pesar del tiempo transcurrido, sufro pesadillas de vez en cuando y sé que no cesarán hasta que se cumpla mi venganza.

A los seis meses, finalizó el proceso. Desde el inicio de la acción, REVENGE, INC. Me pasaba un dossier quincenal con los progresos obtenidos; un informe por escrito actualizado de los daños, fotografías y videos que demostraban los avances de mis verdugos por encargo.

El fin de semana, arrellanado en mi sillón, me entregaba a estudiarlos lentamente, paladeándolos, deteniéndome en los detalles, en un goce sordo, maravilloso.
La última entrega, como es lógico fue la mas sabrosa. En el video, K era conducido por un enfermero en su silla de ruedas. Había envejecido de tal modo que era casi irreconocible. Su mirada ausente expresaba su total ruina psicológica.

Después de unas semanas fui a verle. Necesitaba ver en directo el resultado. Me senté frente a él, permanecía inmóvil mientras me miraba, pero sus ojos pestañearon al reconocerme y en algún rincón de su mente destruida sintió una punzada de dolor al verme sonreír.

Al día siguiente llamé a REVENGE, INC. para encargar una nueva venganza, esta vez contrataría el Pack E: Muerte accidental de la víctima. Dejé la forma de pago y todo lo demás dispuesto en manos de un Notario. La víctima en este caso merecía el Pack E, por no haber sabido defender lo más sagrado, quince años de su propia vida.

Continué con mi vida normal, a la espera del accidente mortal.