viernes, 28 de marzo de 2008

ATAQUE HORMONAL



Justo al entrar en un túnel, sonó el móvil. En el manos libres la voz de mi hija.
-Daddy, estoy enferma....

Su voz quejumbrosa me puso en guardia inmediatamente. Pensé que la naturaleza dotó a las mujeres de una voz aguda a modo de alarma. Imaginé las hembras de una horda cualquiera de homínidos, siendo atacadas en la prehistoria por cualquier peligro. Seguro que sus gritos atraían al instante a los machos de la tribu, que corrían en su ayuda. Es pura biología, aunque hoy eso sería tachado de machista.

Hace ya meses que se independizó, el contacto diario se fue apagando a pesar de las promesas de que cada semana nos veríamos, yo sabía que pasarían largos espacios de tiempo sin verla y me resigné a ello. Ley de vida.

-¿Qué te pasa hija?
-He llamado al trabajo diciendo que no me encontraba bien.... y.

Me hablaba desacompasadamente, con la respiración alterada.

-Pero qué te pasa?
-He dejado de tomar las pastillas anticonceptivas daddy. El médico me dijo que las abandonara una temporada y que use otros métodos.
-¿Y?
-Pues eso daddy, que estoy como loca...A las 8 de la mañana empecé con el “rabbit”, después de dos orgasmos, pensé que podría irme al trabajo pero no he podido, son las 10 y sigo con el “rabbit” metido.
-Hija, me estás hablando con el “rabbit” metido?.
-Si, daddy tenía que compartir con alguien todo esto que me pasa. Sólo a ti te puedo contar esto. Me ha dado un poco de corte y lo he apagado mientras te hablo.
-Grácias hija, por qué no llamas a tu novio para estas cosas?
-No daddy, él se mosquea con estos rollos....
-A ver hija, acabas de pasar el fin de semana con él, haciendo turismo, durmiendo en un hotel. Es que no habéis hecho nada en estos tres días?
- Si daddy, pero ya me conoces , yo necesito más. Estoy en pleno ataque de ninfomanía, las hormonas me atacan sin las pastillas para frenarlas.
- Hija, pide hora al médico, no sé a qué especialista, porque en realidad creo que estás muy sana. Aunque me preocupa tu tormento.
-No sé daddy, no se qué hacer...
-Hija, termina lo que estás haciendo y vete a trabajar.Ponlo en marcha y acerca el teléfono al “rabbit” hija. Quiero escucharlo un momento mientras salgo del túnel.

Escuché un ruido sordo, como el vuelo de un moscardón lejano.

-Lo oyes daddy?
-Si, hija. Vendrás el domingo a comer?
-No sé daddy, aún estamos a lunes, ya te llamaré.
-Un beso hija. Cuidate.

Colgué mientras dudaba, si fué conveniente o no, su educación británica.

jueves, 20 de marzo de 2008

LA MONTAÑA MAGICA


Decidí tomarme cuatro o cinco días libres, desconectar un poco de todo; trabajo, familia, obligaciones, etc. Juan me había invitado en varias ocasiones a su casa en la montaña, pero nunca encontraba el momento de aceptar. Pensé, por qué no ahora y le llamé.

Ël vivía allí desde hacía más o menos un año y según me dijo se había adaptado bastante bien. Había entablado amistad con otro ermitaño también huido de la ciudad, que vivía cerca de su casa. De vez en cuando le visitaban algunos amigos, pero básicamente llevaba una vida bastante monástica, dedicado a la pintura, encontrando inspiración en aquella soledad, lejos de todo.

Estuve observando las obras de Juan, que tenía desperdigadas por todas partes, haciendo gala del desorden propio de un artista. Los cambios respecto a su obra anterior eran muy patentes, como si su estancia en la montaña le hubiera transformado. Al segundo día fuimos a visitar a su vecino, que también tenía invitados en aquellos días, dos amigas que parecían haber llegado allí por los mismos motivos que yo. Después de las presentaciones, de una barbacoa y de la sobremesa correspondiente, decidimos hacer una excursión al día siguiente, subir a un pico cercano, bastante modesto pero con muy buena vista. Nada que ver con aquellos duros tresmiles que habíamos hecho treinta años atrás en la época heroica y que ahora nos parecían completamente inaccesibles.

Madrugamos un poco, con la idea de estar arriba sobre las once de la mañana , después bajar sin prisas y llegar a casa a media tarde. Estábamos a finales de junio , el cielo despejado auguraba un día plácido de buen tiempo, en las mochilas llevábamos poca cosa, un par de bocadillos, frutos secos, chocolate y naranjas. Lo justo para pasar el día.

Empezamos a subir los cinco al ritmo lento que nos obligaba la falta de entrenamiento, en dos horas y media llegamos a la cima. Descanso, fotos, recreación frente al paisaje. Comimos algo y una hora después iniciamos el descenso.

Volví a fijarme en Laura, que caminaba delante de mí, ambos quedamos algo rezagados del resto. En la subida confirmé la atracción que me produjo el día anterior. Pequeños detalles; su sonrisa de hoyuelos, la forma de arquear las cejas, su voz, su visión del mundo tamizada por una fina ironía y su humor cómplice, acabaron de provocarme esa ternura que todo hombre siente ante una mujer atractiva.

Los tres compañeros que iban delante desaparecieron tras una pequeña colina, al tiempo que súbitamente una espesa niebla subió del valle, envolviéndonos en una blancura grisácea sin ver nada más allá de nuestros pies. Probablemente bajamos en círculos sin ningún punto de referencia, ni guía alguna. Más tarde la niebla se convirtió en una lluvia fría y punzante. Completamente perdidos, solo teníamos la certeza de ir descendiendo, para llegar a algún lugar civilizado. Poco antes de caer la noche, encontramos un refugio libre.

Por fortuna había leña y pudimos encender un fuego que nos salvó de la bajada en picado de la temperatura. Nos tranquilizamos, después de aquella experiencia incómoda en que se había transformado lo que debía ser un día de agradable contacto con la naturaleza. Hablamos muy poco, antes de caer rendidos en una litera comunitaria. Juntos, nos tapamos con algunas mantas raídas y colchonetas por encima, evitando así aquel frío invernal de finales de junio. Quedamos en silencio antes de dormirnos en pocos minutos, olvidando la tensión del día, las miradas y los silencios elocuentes.

Al día siguiente a eso de las nueve, llegó Juan a rescatarnos en un todoterreno acompañado de dos guardas forestales. La preocupación y el intercambio de datos y circunstancias de nuestra pérdida, dio paso a las bromas y a la alegría de que todo había acabado bien.

Pasé los dos días siguientes en compañía de Juan, viéndolo pintar , como un testigo mudo, mientras por mi cabeza pasaban toda clase de pensamientos confusos. Dejarlo todo, desaparecer, hacer como él, cambiar de vida...Una sucesión de inquietudes internas potenciadas por la presencia abrupta del paisaje a través de la ventana.

Se acabó el tiempo de contemplación, había que volver a la realidad. Laura y su amiga también bajaban aquel mismo día a la ciudad, de manera que salimos los dos coches al mismo tiempo. Durante muchos kilómetros, fui detrás de ellas, con los mismos pensamientos en desorden. Ya había oscurecido y las dos luces rojas del coche de ellas se clavaban en mis ojos con un efecto casi hipnótico.

El intermitente de la derecha, empezó a parpadear y no puede hacer otra cosa que seguir aquella trayectoria que conducía a una gasolinera. Salí del coche, Laura estaba a punto de llenar el depósito, le quité la manguera y volví a ponerla en el surtidor. Su amiga me miró con la expresión de no entender nada. La atraje hacia mí, le cogí la cabeza con ambas manos, nos miramos sabiendo que era inevitable besarnos larga, profundamente. Durante un tiempo imposible de medir, estuvimos besándonos, acariciándonos, descargando la tensión acumulada en los días anteriores. Los coches que llegaban a repostar se desviaban hacia otros surtidores, su amiga sin saber muy bien que hacer, se metió de nuevo en el coche.

Nos separamos, volví a mi coche y arranqué alejándome de aquella escena y de aquel momento mágico.

Mientras me acercaba cada vez más a la ciudad, seguían en mi pensamiento las palabras de Laura, cuando aún abrazados, me dijo: “Es bueno enamorarse de vez en cuando...aunque sea de alguien imposible”

jueves, 13 de marzo de 2008

MARIANO


Esta noche salí de incógnito con mi gabardina oscura, el cuello levantado y las gafas oscuras. Me acompañó Pacheco, mi fiel escolta de tantos años ya. Es como un amigo mudo que siempre está ahí, cuando todo el mundo ya se ha ido.

Miraba las vallas publicitarias con mi gigantesco rostro optimista, pronunciando el slogan que los redactores del partido habían creado. Habrá algo más triste que ver tu propia cara a la vista de todos, expuesto e inútil ya después de la derrota.

Paseaba por las calles mojadas y desiertas, mascando mi soledad y mi vergüenza por no haber ganado. Ellos me han empujado, me han obligado a decir lo que no sentía.
Zapatero no me cae tan mal, si casi somos paisanos. Sin embargo, en los debates televisivos tuve que atacarle con textos aprendidos de memoria, en interminables sesiones con los halcones del partido. Me azuzaban como a un perro de presa para que fuese agresivo y seguir alimentando la locura, la crispación y el insulto.

La noche del fatídico día 9 apenas nadie me acompañaba en el balcón. No sabía que decir ante aquella masa de energúmenos envueltos en la bandera con el toro negro estampado. Mi mujer con sonrisa triste expresaba mejor que nadie la debacle y Pizarro que apenas asomaba la cabeza por la baranda, parecía una estátua de sal.

No puedo más, yo no soy como ellos, me gusta la vida apacible de provincias, mi trabajo de agente de la propiedad por las mañanas y mi partidita con los amigos y el café por la tarde. Dejadme marchar, dadme un cargo honorífico en el partido y poned en mi lugar al tiburón que necesitais.

Estoy agotado.