-Señor, le agradesco que haya dedicado una semana de su vida, a pasarla con nosotros. Estamos para haserle felís, en esta semana. Que la pase bien.
Y el camarero dominicano, dejó el café sobre la mesa, con gran ceremonia.
-Gracias.
-De ninguna manera Señor, que ocurrensia...
“Una semana de su vida”, me conmovió. Era una visión casi filosófica de lo que yo estaba haciendo allí. Realmente estaba dedicando una semana de mi vida dentro de aquel paraíso flotante de bebidas no incluidas en el precio.
Inmerso en aquella amabilidad abrumadora, dejé de ser invisible para los camareros, que servían con una celeridad desconocida en tierra.
Todo era obsequioso y servicial. Al encontrarme con un Animador en el ascensor, éste, enseguida iniciaba una agradable conversación que evitaba el embarazoso silencio colectivo de esos cubículos.
Incluso el simulacro de emergencia, fue agradable. Con los chalecos salvavidas puestos, dos lindas instructoras, hacían olvidar cualquier peligro futuro. Me extrañó su elástica belleza y el exceso de maquillaje, hasta que más tarde las vi evolucionar como integrantes del cuerpo de baile del teatro. He dicho teatro... una gran sala con butacas tapizadas y capacidad para mil espectadores con rutilantes espectáculos musicales y de variedades que hacían las delicias de los pasajeros.
-Señoreees... Buenas nocheeesss. Esta noche tenemos una carta exselente... (Curioso, la de ayer también dijo que era excelente...). William (¿), el camarero peruano, asignado a mi mesa, procedía a recitar los exquisitos platos de la cena. Con una amabilidad inquietante, describía la elaboración de los mismos. Para seguirlo en condiciones había que ser conocedor de los secretos de los grandes Chefs.
Tuve que recurrir a mi memoria gastronómica para apostillarle algún comentario que me dejara como un “connaiseur”, ante aquella profusión de expresiones francesas.
Acto seguido aparecía el camarero ocupado de las bebidas (no incluidas). Por suerte la carta de vinos era parca y asequible a mis escasos conocimientos. Evité la ceremoniosa prueba del vino, diciéndole que confiaba plenamente en la calidad de la botella y en caso contrario ya cambiaría las copas.
El Director de Crucero o maestro de ceremonias -una especie de Berlusconi escuálido-, daba instrucciones por megafonía, con su característico acento italiano. Presentaba los espectáculos, anunciaba las escalas, leía el programa del día siguiente etc., condimentando sus peroratas con chistes trasnochados. Su lamentable simpatía de guiñol, me acompañó durante toda la travesía.
La tercera noche, cena con el capitán invisible. Sólo se dejó fotografíar con los ocupantes de las suites. El resto del pasaje sólo lo vimos en el escenario del teatro, cuando presentó a sus 500 tripulantes de más de 20 nacionalidades distintas, entre estudiados gags. El capitán resultó ser todo un showman.
Los largos pasillos sin fin, de acceso a los camarotes, me producían angustia. Era inevitable, me venía la imagen de aquellos niños y aquella sangre de “El Resplandor”. Mientras eso sucedía, cruzaba sonrisas de saludo con el personal del servicio de cabinas que aparecía por el corredor.
Siempre cabía la posibilidad de liberar el espíritu, al aire libre en cubierta, con la brisa en la cara, el sol mediterráneo y la panorámica infinita del mar. O quedar absorto en popa observando la estela producida por las hélices. Sin embargo, la algarabía de 500 cruceristas chapoteando en las piscinas, remojándose en los jacuzzis, participando en juegos y bailes instigados por los animadores, bajo incansables ritmos tropicales, hacían imposible cualquier momento de paz y contemplación.
La posibilidad de pasar un rato tranquilo, se reducía a dos estancias: el camarote (por suerte era exterior) o un recóndito salón reservado a fumadores de puros, que permanecía completamente vacío a media mañana. Me refugié allí, lejos de la atención de los solícitos camareros y de cualquier otro ser viviente. Descansando de tanta felicidad prefabricada.
En aquella soledad sentí miedo. Me puse en el lugar de la tripulación y no pude evitar pensar en la idea de una rebelión a bordo, que daría paso a la venganza colectiva de aquellos obsequiosos sirvientes, contra aquella masa de pasajeros con aspiraciones de nuevo rico.
Me dominó la angustia, cuando vi acercarse lentamente a mi salón aquellos tres camareros negros, semejantes a zombis haitianos, presentí el final.
“La música latina cesó hace días, solo se escuchan lamentos entre el hacinamiento en popa. Todo el pasaje permanece recluido en pocos metros cuadrados, la abundancia sin límite de días pasados se ha convertido en hambre y sed.
Amenazados por la tripulación, permanecemos temerosos como un rebaño de ovejas, sin posibilidad de negociación ni trato alguno. Un ciego deseo de venganza los domina, las escenas de humillación a que son sometidos los pasajeros, son indescriptibles...”.
-Señor, desea tomar alguna cosa?
La untuosa voz del camarero, me rescato de mis pesadillas.
-Eh, si, un carajillo, por favor.
Volvió a los tres minutos con el pedido.
-Gracias.
-Que ocurrensia Señor, estamos aquí para servirle.
El mar seguía avanzando por el ojo de buey.
10 comentarios:
Menos mal que todo era un sueño. Me has hecho acordar de la escena de una película. Si puedo elegir, prefiero un pianista loco.
Estupendo relato.
Jajaja!!! Que chalao... mira que imaginarte esas cosas...
Vaaaaaaale, es verdad... a mi también me pasa... jejee
Un besazo.
Que angustia...no por la pesadilla, sino por la descripción del crucero. Con razón nunca me verán en uno. Digamos que no es mi estilo.
Pensándolo bien, creo que Vacaciones en el mar ( serie terriblemente almibarada de mi niñez) me dejó profundamente traumatizada y diabética. Tengo azúcar hasta mi próxima vida.
Ni en pintura un crucero, vamos...
Salud.
(O_O).... juer!! que miedito... por eso no practico yo el "crucering" (y no por falta de "pasta", como piensa la gente)
jejejeje...
(^_^) un besin
Es una experiencia que hay que vivíl-la. Y seguro que ha habido momentos cumbre que han hecho merecer la pena la mala pesadilla. Niño, pal próximo, he visto yo un documental donde la gente se embarcaba de turismo en... buques mercantes! Otro plan, desde luego. Y anda que ahí te van a decir que no des las grasias... ¡¡¡anda y vete tú a ponerte el carajillo!!!
Besazos.
Parece ser que no nos recomiendas hacer un crucero. Pero, yo preferiría hacerlo y luego contrastar opiniones.
No se si estas relatando algun crucero vivido Pero Te he seguido con la sonrisa en los labios por recordarme algun momento asi Y cierto es verdad cuando al fin encuentras un lugar apartado lo agradeces Y te alejas de la pantomima...pero ese silencio se hace extraño, inquietante, menos mal que acabas con un carajillo yo he acabado poniendo los pies en polvorosa
Osea que si se pierde usted .....lo buscamos en la sala de puros ...no???????.....
jejjeje. Pero seguro que ese crucero te da para mil y una historia.
Un besooo
Tché... dichosa imaginación, puede fastidiarte hasta las vacaciones más paradísiacas :D
Besos
Me gusta la forma del relato, muy divertido. Tranquilamente un pelicula de cine mudo, (me la he imaginado) música de Chaplin y ya!!!
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