El proyector de super 8, acabó metido en una caja de cartón y la caja olvidada en un rincón, hasta perderse en alguna mudanza, pues como es sabido dos mudanzas equivalen a un incendio. El laboratorio de retoque fotográfico se cerró por falta de clientes y de entusiasmo. Cada uno de nosotros inició caminos distintos y ya no volvimos a vernos. Hace poco pasé por delante, ya no existe la tienda de ultramarinos. En su lugar una frutería hindú, cuelga sus ofertas sobre carteles fosforescentes agitados por el viento, como plegarias ofrecidas a unos dioses lejanos que nos ignoran.
La tecnología nos trajo el reproductor de video y con él los Videoclubs en cualquier esquina. En el de mi calle, al fondo del local, detrás de las películas comerciales, se hallaba la sección que el dueño denominaba de “dibujos animados”. Aquel chirriante mural de estanterías, lleno de cintas con primeros planos ginecológicos y títulos obscenos en caracteres rojos sobre amarillo, creaban tal confusión que uno no sabía por cual decidirse y como para no quedarme corto, siempre alquilaba 3 o 4 películas, para disfrutar de la posible variedad.
Con el video llegó el “cine” en casa al alcance de cualquiera. Y así fue como
un joven compañero de trabajo, en un fin de semana que sus padres estaban fuera, frente a la luz carnal de las imágenes y los jadeos a bajo volumen que salían del televisor, dejó embarazada a su novia en el sofá del salón. Le contarían a aquel hijo, mucho tiempo después, cual fué el curioso escenario de su concepción ?
Esta y otras historias estarán archivadas en el anecdotario colectivo de mi generación. Como la de una pianista a la que veces observaba tocar piezas clásicas desde el sillón de su salón. Mostraba una elegancia conmovedora. La espalda recta, el pelo corto, su perfil abstraído en las notas que surgían del piano. Conservaba aún algún rasgo adolescente y sus manos translúcidas, serpenteadas por leves líneas de un verde esmeralda pálido, volaban suaves sobre el teclado, interpretando aquellos Nocturnos de Chopin. Cuando se levantaba, sus delicados movimientos eran una danza sin sonido, un fulgor de oriflama. El cimbreo de sus caderas, me hacía pensar en los delicados y esponjosos mecanismos de sus huesos.
Así la observaba, mientras su marido, me ponía al día de su última practica sexual: la felación con Nesquik. (siempre se ha disuelto mejor que el Colacao, decía). Yo le devolvía una media sonrisa, mientras pensaba en los misterios insondables del erotismo y mi ingenuidad.
Tal vez esas prácticas se inspiraban en aquellas películas que se iban sofisticando cada vez más y las actrices cada vez más bellas, finas y elegantes, protagonizaban por contraste escenas de sexo extremo. Me preguntaba por el proceso de selección, el casting para aquellas filmaciones, dónde reclutaban aquellas mujeres perfectas. Y ellas, qué pensaban..
Una vez, tuve una extraña conexión inconsciente con los actores porno. Valeria, una amiga de un país hermano, me sedujo fácilmente, primero con su cálido acento (ya saben). Después con razones más palpables. Para cautivarme usaba los dos pecados capitales más inocentes: la gula y la lujuria. Antes de la cama había que pasar por la mesa y el conjunto de ambos, creaba en mí un estado de felicidad que aún hoy añoro. Valeria practicaba el sexo como con hambre, cuando entraba en materia se transformaba en un ser primario, olvidándose de la formas y de toda cultura civilizada (de la que poseía un buen bagaje) parecía absorta siguiendo un guión íntimo que solo ella conocía. Era difícil no dejarse llevar por su entusiasmo, pero había que contenerse , de lo contrario todo se acababa en breves segundos. En una de las sesiones, estábamos en la postura más natural (ella a cuatro patas) y de pronto en pleno vaivén, entré en una suerte de trance, quedándome vacío de emociones. De tal manera que hubiera podido seguir bombeando así durante horas. De esa forma trabajaban los actores? Vaciaban su mente de emociones para conseguir durar tanto en aquellos rodajes?. Libres por fin del deseo, esa mezcla eterna de placer y dolor.
Olvidé por un tiempo aquel episodio y a Valeria. Con otra pareja más estable, curiosos por experimentar algo de lo que veíamos en la pantalla, decidímos poner en práctica un poco de sadomasoquismo reversible (por la modernidad que suponía? ) Como aún no existían por aquí tiendas especializadas, tuve que recurrir a la ferretería del barrio y me hice con diversos materiales sencillos, pero la experiencia acabó con algunos azotes mutuos, pequeñas señales en el cuerpo y muchas risas. Quizás debimos ahondar en esa oscura litúrgia enigmática, pero ya todo era demasiado domestico y conocido entre nosotros. Los materiales fueron reciclados al armario del bricolage.
Entretanto, vi envejecer a los actores masculinos a través de los años. Nos hemos hecho mayores juntos. Las chicas, por imperativo comercial se iban renovando en una sucesiva y eterna juventud. Pero hace poco, he visto resurgir a algunas de aquellas estrellas del porno de los ochenta, en una nueva categoría (granny) de señoras maduras. Las he vuelto a encontrar -casi con alegría- ahora sus partenaires son chicos tan jóvenes que podrían ser sus nietos. Y ellas trabajan con la maestría de la experiencia y la pasión de a quien no le queda mucho tiempo.
La diversidad temática casi infinita que en la actualidad ofrece internet ha llegado al paroxismo. Una galería inabarcable de toda clase de especialidades (algunas de las que mejor no hablar) y perversiones (perversiones?), a la carta, con solo utilizar algún programa de descargas. En consecuencia, el videoclub de la esquina ha cerrado y con él aquella lejana sección de “dibujos animados”, para dar paso a una tienda de mascotas.
El valor didáctico de todo lo que hemos visto en esas producciones es indiscutible y muchos pusimos en práctica algo de lo que las películas porno nos enseñaban, lo que de una manera directa ha contribuido a que nuestra vida sea algo más grata... desde los tiempos del proyector.
El erotismo sigue siendo tan misterioso como la vida que crea. Por qué nos transtornamos por unos rasgos, por unos ángulos, por unas curvas, por ciertos volúmenes, por una sonrisa, por un gesto, por una mirada, un olor, una actitud, por el sonido de algunas palabras...Cómo es esa llave que abre secretas estancias del alma.
(Fin)
4 comentarios:
Cronopio me encantó, no sólo por el mérito de recapitular tu historia frente al porno, sino por contárnosla en forma magistral, haciéndonos evocar anécdotas similares al respecto.
"El erotismo sigue siendo tan misterioso como la vida que crea... Cómo es esa llave que abre secretas estancias del alma"
Lo más bonito, es que cada quien tiene su propia llave para entrar a la estancia erótica de sus fantasías, que por suerte, a veces hacemos realidad.
Besos borrascosos
El erotismo nos llega por una sensación, por una mirada, por una piel, por una palabra, y desde luego, por la imaginación que recrea a una persona y nos hace verla de una manera diferente a como la ven los demás.
Mi siempre admirado Sabina, en sus poemas-canciones tan vivos y descarnados, tiene una canción muy apropiada para describirlo ("Ay, Calixto") que en base a cierto humor negro, lo explica muy bien...como, las más de las veces, ese aura que le damos al objeto de deseo un día, miramos con los ojos abiertos y como dice la canción " ..pero de pronto, no me preguntéis por qué, no la vi tan diferente, escondida tras la gente, que estaba esperando el tren...".
¿Hay algo peor que descubrir que el objeto erótico que te fascina, no deja de ser vulgar?
Salud.
Confieso que me ha encantado la delicadeza con la que tratas el recuerdo del cuerpo de esa pianista, la he imaginado como una diosa casada con un hombre patético, no sé por qué, suelo pensar que en muchas parejas suele haber uno de los dos que no está a la altura.
Eres un gran narrador, de mirada brillante, es como si supieras traer a la luz exactamente la vivencia, sin adorno superfluo ni demasiada melancolía sazonando lo que relatas.
De todo lo que has compartido, me quedo con la imagen de Valeria, ese es -para mí- el único sexo posible, el que no conoce de formas ni ataduras, el primitivo y más salvaje. Es que odio la falta de pasión, el movimiento rutinario y los clichés.
Creo que cuando no se puede ser como uno querría en ese aspecto, es una manera más de encadenarse y no sentirse libre. Pero es jodidamente difícil dar con alguien a quien abrirse hasta el tuétano.
Estas memorias demuestran que nuestra evolución al final no deja de ser un paso torpe tras otro en la búsqueda del yo en el otro. Vemos lo que queremos en el otro, con y sin idealización de por medio. Me pregunto qué pensarían mis antiguas parejas de mí si tuviesen que relatar algo semejante!
Abrazos
Esas experiencias son las que quedan en la memoria y pasado el tiempo no se si nos hacen sonreir o todo lo contrario que complicada es la sexualidad, cuando deberia ser tan sencilla.
Un beso
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