sábado, 12 de abril de 2008

LITERATURA



Me faltaba solo un capítulo para terminar mi novela. Ya había agotado las ideas después de seis meses de trabajo. Pensé que tenia que documentarme de la realidad -esa ficción convencional – única fuente fiable para escribir. Si no me parecía lo bastante excitante, la crearía yo misma. En ese momento un SMS de Sam, me invitaba a cenar.

Desde hacía tiempo, Sam me tiraba los tejos y yo le daba largas, le decía que no saldría bien, que se iba a complicar la vida conmigo. Sin embargo, siempre le despedía con fugaces y ardorosos besos, en lugares o situaciones sin oportunidad de ir más allá. Sé que estaba creándole una tensión insoportable, mezcla de dolor y placer, con esos hociquéos que parecían un premio de consolación.

Se me ocurrió una idea para terminar el capítulo, con Sam de protagonista, aprovechando la circunstancia de la cena:

“Aquella noche invité a Alma a cenar, a uno de esos restaurantes poco iluminados, de carta creativa, flores y velita en la mesa.
Hacía meses que le proponía hacerle el amor. Quería saber como era en la intimidad , como se movía , su expresión. El tacto de su piel, su estremecimiento. Su carácter en esa situación, si lo hacía en silencio o le gustaba hablar. Sería discreta o ruidosa , le gustaría mirar a los ojos o cerrarlos y todo un sin fin de detalles que yo quería observar con atención de entomólogo.

A la segunda botella de vino, aumentaron las risas y el tono de la conversación. Después de hablar de lugares comunes, trivialidades y anécdotas, salió el tema principal. Me empleé a fondo, le dije todo lo que pensaba. Un poco achispado por el vino, mis palabras fluían fáciles, deshinibidas, como si no hubiera nada que perder.

Alma empezó a hacer bromas con el camarero de camisa y delantal negro hasta los pies, al tiempo que controvertía todas mis razones. Se reía por cualquier cosa, se reía de mí.

-Sam, cariño, no sabes nada de mí. Ignoras mis deseos, ni te los puedes imaginar. Quizás solo puedas ver un poco la superficie. Esta noche voy a hacerte sentir. Vas a descubrir cosas de ti mismo que aún no conoces.

Los platos de postre parecían creaciones pictóricas de un artista de vanguardia, con obleas retorcidas de colores transparentes inverosímiles, salpicadas con jaleas de extrañas confituras y jarabes cristalinos mezclados con chocolate negro.

Alma, ya coqueteaba descaradamente con el camarero, que al principio se cortaba un poco en mi presencia. Me acabé la mitad de la botella que quedaba, pedimos cafés y la gentileza de la casa nos acercó un carrito de licores exóticos. Quise por un momento probarlos todos para soportar la situación, pues ella insistió en sentar a su lado en la mesa al camarero, aprovechando que éramos los últimos clientes y la puerta ya estaba cerrada.

En un descuido, mientras cogí una botella, me sorprendí al ver como Alma se morreaba furiosamente con él. El chico debió pensar que éramos una pareja liberal y le siguió la corriente ya sin reservas. Entre sorbos de licor, vi como Alma metía su mano bajo el largo delantal. La luz ambiente era más baja de lo habitual en aquel momento casi de cierre. Cuando Alma se inclinó hacia el regazo del camarero, me miró con una maliciosa sonrisa.

Me levanté y fui a pagar a la caja, al fondo del local, dando tumbos y con la garganta ardiendo por efecto del licor y la congoja. Con mano temblorosa, firmé el recibo de la Visa.

Salí de allí, sin atreverme a mirar atrás, para no quedarme inmovilizado como una estatua de sal. Fui hacia el coche, las luces de la ciudad allá abajo parecían candilejas de un colosal teatro cómico. La noche me daba vueltas a través del parabrisas, mientras esperaba a Alma. No sé cuanto tardó en llegar, no supe medir el tiempo. Solo recuerdo que me despertó del letargo el golpe, cuando ella cerró la puerta y se sentó a mi lado. En ese momento yo solo era un muñeco inerte. Me tomó la cara con ambas manos y me besó profundamente, varias veces, lamiéndome los labios, la nariz, los párpados cerrados, derramando largas lágrimas que Alma sorbía para volver a besarme y dejarme de nuevo en la boca el sabor del camarero.

Cariñosamente me dijo:

-Sam, guapo...Pero no ves que a quien quiero realmente es a ti, no llores, cariño.
Ya te dije que te haría sentir...
Anda, arranca y llévame a casa que ya es muy tarde y estoy cansada.”

Un mes después, llamé a Sam muy contenta. La editorial publicaría mi libro, en una colección de jóvenes escritoras, nuevos talentos emergentes muy interesantes comercialmente para ellos, dado el contenido de obras como la mía.

El primer libro se lo dediqué a él, con todo mi cariño.

6 comentarios:

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Hay que ver lo que hacen algunas por una historia ¿no?

Besos

Anónimo dijo...

Joer, pos como que no le pidas un supositorio a la señora... Y digo yo que quedarse a esperar es convertirse en estatua de sal. Que para estas cosas están los taxis.

¿Y Sam? ¿Pedirá su parte de derechos de autor? ¿O pedirán que se la toquen otra vez (la moral)?

Besazos.

Anónimo dijo...

Ay que ver que personajes más raros habitan por sus relatos... usted que los saca de algún estudio de grabación de películas de miedo, o directamente de algún psiquiátrico?

Inés Perada dijo...

Que malas son las mujeres...

Salud.

Anónimo dijo...

"Te haré sentir", "a quien quiero realmente es a ti","con todo mi cariño".... y yo le diría: "que te den bonita" o quizás mejor "Siempre tendrás en mi a un amigo para lo que haga falta" y acto seguido bloqueamos su móvil, su contacto, su toooo....

Con todo mi cariño he hecho los deberes pendientes.
Un petó

JOHNNY INGLE dijo...

A mí una vez casi me pasó eso con el camarero de un restaurante que conocía a la chica que iba conmigo.

Mirá que salí de allí con un cabreo de mil pares...