sábado, 27 de diciembre de 2008

TARDE DE LLUVIA



Estábamos sentados en un sofá de piel verde botella, frente a la ventana con los cristales salpicados de lluvia. Iria me mostraba los procesos de un nuevo programa informático, en el portátil abierto sobre la mesita de centro. Mientras, yo pensaba en como efectuar un acercamiento con un mínimo de elegancia. La visión de su cuerpo, sus movimientos, su mirada , su tono de voz, preparaban el instante previo a la invasión de su espacio vital.

El crepitar de la lluvia contra los cristales parecía propiciar el contacto. Me acerqué a ella, hablándole para ocultar un impulso que ya era puramente físico. A esa corta distancia, entré en el aura donde habitaban la fragancia de su piel y el aroma de su cabello. Un instante después la besé levemente en sus labios inertes que parecían dibujados en su cara quieta. Solo fué un contacto ligero hecho con la prevención de quien pisa terreno desconocido.

Los segundos eternos que siguieron se rompieron con un comentario que pareció redactado por mi desafortunado guionista interior. Iria quiso poner orden a aquel momento confuso. Aquello era descabellado, absurdo y fuera de lugar. Una especie de niebla confundía lo que yo pensaba y el sonido de sus sensatas palabras. A pesar de ello me relajé, entrando en paz conmigo mismo por no haber dejado pasar otro día sin hacer nada.

De pronto me invadió un negro terror al ridículo, quise que aquello nunca hubiera sucedido y seguir con el trato amable, amigable y cándido de antes. Recogí mis cosas, el abrigo y me levanté para irme de allí, diciéndole que se me había hecho tarde.

Cerca de la puerta, con la urgencia que provocan las situaciones incómodas me despedí con dos besos en las mejillas. Cuando ya nuestros rostros se separaban, Iria, olvidando su prudente discurso me besó con fuerza, decidida y profundamente.

viernes, 12 de diciembre de 2008

PERDIDO EN LA TRANSICION (Capitulo 3º)



El antiguo régimen se resistía a desaparecer. Peor aún, parecía cobrar nuevas fuerzas. Los disturbios en las calles eran cada vez más frecuentes y violentos. Pronto vimos que la democracia tardaría en llegar.

Teníamos una monarquía ilegal, heredada de la dictadura y unos escaños ocupados todavía por los restos de las Cortes franquistas. Todo parecía inamovible; los poderes públicos, los militares, la Iglesia. Mientras, en las paredes de las avenidas, rebotaban las pelotas de goma y los tiros al aire iban a dar, a veces, al aire de los pulmones de alguien. Los manifestantes gritaban: “!Abajo el fascismo!”, “Democracia con Fraga es como follar con bragas”, enseguida llegaban aullando los jeeps de los grises y todo eran carreras, golpes y gente refugiada en los portales.

En ese callejón sin salida, tuvo que intervenir el gran hermano americano para abrir horizontes. El rey fue llamado a consultas a Washington y a su vuelta empezaron a moverse las fichas negras. Se disolvieron las Cortes franquistas por el procedimiento de adjudicarle a cada procurador (diputado) un puesto honorífico en alguna empresa estatal, sueldazo correspondiente, privilegios y demás prebendas. El Partido Comunista fue legalizado después de renunciar a su propia naturaleza. Era el último paso para encarar un régimen democrático homologado con los demás países europeos.

Siguiendo los consejos del amigo americano, las diferentes fuerzas políticas (unas más fuertes que otras) redactaron la Constitución. Los partidos de izquierda, la firmaron con la pistola en la cabeza y pensando que si les dejaban jugar a la democracia, ya era mucho. El referéndum popular dijo sí a la Carta Magna como la llaman pomposamente. Qué íbamos a decir...¿ que no?. ¿Por qué no se hizo un referéndum para decidir monarquía o república?. No, todo estaba atado y bien atado. Ya teníamos democracia parlamentaria para ocultar la dictadura burguesa.

Aquellos líderes emergentes, la mayoría pijos de izquierdas, fueron tomando posiciones y junto a ellos, como parásitos, toda una pléyade de acólitos que irían formando las bases de los partidos para en un futuro ocupar puestos en la administración, los ayuntamientos, las direcciones generales, etc., etc.

Nuestras fuerzas se debilitaron poco a poco, algunos de nosotros empezaron a hacer oposiciones a Hacienda, a los Juzgados, a buscar un trabajo más o menos estable..Otros simplemente abandonaron todo aquello porque querían ser felices por sí mismos. Todo se acabó de pronto como una trepidante película de acción, que te absorbe durante dos horas , para después encontrarte con la triste realidad de la calle.

Resultó que la democracia burguesa ya nos bastaba, nuestro repudio al franquismo era más estético que otra cosa... fuimos contra el sistema porque éramos jóvenes. ¿Sería cierto lo que decía Manuel Vázquez Montalbán, que contra Franco vivíamos mejor?
Los listos se situaron y a todos los demás, la democracia nos agradecía los servicios prestados y a partir de aquí sálvese quien pueda. De pronto tuvimos que empezar a pensar en el futuro, en el dinero, en la supervivencia. Y tuvimos que hacernos mayores de una vez.y para siempre.

De eso hace ya 30 años. El poder real sigue en manos de los de siempre, mejor sería votar directamente a los bancos en lugar de a los partidos. La transición española, dicen algunos que fue un ejemplo para el mundo....

Termino aquí, ya es tarde y sigo entrando a trabajar a las ocho.

sábado, 6 de diciembre de 2008

PERDIDO EN LA TRANSICION (Capitulo 2º)



“Si vas en el autobús y escuchas a alguien que habla de política, aléjate”, “Nunca critiques a Franco en público, ni siquiera hablando con conocidos”. “Nunca se sabe quien estará escuchando...” “ No hables de política, si te pillan, podrían meter a tu padre en la cárcel.”

¿Todos estos consejos, grabados en mi cerebro por la familia desde pequeño, podría olvidarlos por fin? Había llegado el día durante tantos años esperado. El dictador había muerto y en la tele todo seguía igual, los mismos ministros, los mismos militares, los mismos bigotitos y gafas oscuras.

Poco después todo fue un hervidero de partidos políticos clandestinos: PCE, PT, LCR, PORE, JGR y muchos más. Sus líderes parecían iluminados con el aura de los santos, qué dominio del lenguaje, que claridad en diseñar estrategias. Verdaderos salvadores de la clase obrera, ellos que nunca habían pisado una fábrica aparte de las de sus padres. Porque muchos eran de buena familia, con recursos para mantener sin trabajar a veinte generaciones. Yo dependía de un sueldo para llegar a fin de mes. Las reuniones acababan muy tarde porque no tenían que levantarse a las seis y media para entrar a trabajar a las ocho.

Pero no importaba, salíamos de esas asambleas, imbuidos por el impecable análisis político del líder, llevando con nosotros parte de su sabiduría y el anuncio de una revolución inminente. Una vez en la calle, solo nosotros sabíamos lo que iba a ocurrir y mirábamos a la gente que iba de compras, a los de la cola del cine, a los que empujaban el carrito de los niños. Todos ignorantes de la inminencia de la revolución proletaria en España.

Teníamos la sensación de estar participando en la Historia, de tocarla con las manos. Por fin nosotros protagonistas con nuestras melenas y barbas, nuestras ganas de vivir, de fumar porros... y al otro lado el color gris de los “grises”, el mismo gris de la tele, del No-Do, de los jerarcas del régimen. Un gris mediocre, anticuado y súcio.

¿Para qué seguir asistiendo a la academia nocturna? Ya no harían falta títulos en el futuro, se valoraría a las personas por su valía y listos, no por lo que rezara un papel.
El viejo sistema se hundiría y de las fábricas, de los campos, de las minas, saldrían los legítimos dueños del mundo.

sábado, 29 de noviembre de 2008

PERDIDO EN LA TRANSICION (Capitulo1º)



Aquel otoño empecé a ir a casa de mi amigo Alberto, al que conocí por azar. Entrar allí era como abrir la puerta a un mundo deslumbrante. Aquella sala con equipo de alta fidelidad, biblioteca hasta el techo y suntuosos sofás, me parecía un paraíso a solo unas estaciones de metro de mi domicilio. Mi casa -un pequeño piso- era de un minimalismo obrero desolador (casi maoísta) :Nevera en el comedor, flores de plástico sobre el televisor en blanco y negro, algunas sillas y como toda lectura posible periódicos atrasados y la guía telefónica. Música, la que ponían en la radio.

Acariciaba aquellos libros encuadernados en tapa dura, forrados en piel marrón y letras de oro...”La Segunda Guerra Mundial” en doce tomos. Obras completas de autores desconocidos, antologías poéticas, enciclopedias, metros y más metros de libros que llegaban hasta el techo. También una buena colección de discos de la época. Elepés de creativas carátulas, de jazz, clásica, grandes orquestas americanas...The Doors, Emerson , Lake and Palmer, Creedance C. R., Beatles y algunos más. Un universo por descubrir; el placer de saber, de aprender, el descubrimiento del arte y la cultura.

Volvía a mi espartana vivienda, de pronto tan inhóspita, como un condenado al destierro. Dentro del vagón del Metro, pensaba en como salir de mi ambiente para alcanzar aquel mundo idílico.

Así fue como quise abandonar el lugar que me correspondía como miembro de la clase obrera y tomé un camino probablemente equivocado para la gente de mi condición humilde. Me sumergí en los libros, la música, el cine, las ideas políticas, las reivindicaciones sociales y personales, con una voracidad de autodidacta. Un camino que me hacía sentir que había algo más que las clases clasificadas por el dinero y que todos podíamos ser iguales, con oportunidades, con acceso al conocimiento, la cultura , la libertad y una vida plena.

Más adelante me uní a grupos con esas ideas, no era difícil en la época, puesto que para una parte de la población era moda ser ...progre. Se denominaba así a una especie de ideología de amplio espectro, pero con señas de identidad definidas por el vestuario desaliñado, el pelo hirsuto, las gafas de pasta y en el rostro una permanente expresión de tristeza militante.

Eramos la esperanza de la nueva humanidad. Sesudos, estudiosos de libros de ensayo, biografías de revolucionarios rusos, lectores de salvadoras teorías económicas. Nos gustaban las fiestas sociales porque éramos socialistas (chiste de aquel tiempo). Si hablamos de cine, naturalmente solo pisábamos salas de arte y ensayo, rechazábamos todas las películas que no vinieran subtituladas y asistíamos a los cine-forum con ilusionada devoción.

Veníamos de unos años siniestros, de una educación castradora en un país desgraciado, cobarde y mezquino.

sábado, 22 de noviembre de 2008

LA VENTANA INDISCRETA



A veces coincidimos en el ascensor, es bastante guapa, - es difícil no serlo a los 20 años - un día me dijo que estudiaba Interiorismo.
Desde la ventana de mi escritorio, puedo ver su cocina, en el piso de abajo. Sus padres pasan el fin de semana fuera y esta tarde recibe la visita del tunante que pasa por ser su novio.

Al poco de llegar, me regalan el impúdico arte de su amor joven a través de la ventana. Él la toma con las dos manos por el culo y la sube a la encimera con urgencia. Ella abre las piernas y él empuja como si la Humanidad dependiera de su fuerza, ella le agarra la cabeza y él le besa el cuello como si quisiera devorarla. Ella le dice que le quiere y él.... Él ya es tarde para que diga nada. Ella se queda con más ganas pero a él ya se le ha terminado la cuerda, el entusiasmo y la fuerza de la que es una suerte que no dependamos los demás.

Después se sientan un rato a la mesa de la cocina, aún con restos de la comida frugal de ella que quedaron por recoger, apenas unas pieles y huesos de fruta y el vaso de yogur desnatado, volcado por el peso de la cucharilla. Al cabo de poco tiempo , él se viste y se va. Ella se queda desnuda, fumando.

Cierro la cortina y pienso que estaría bien que se pusiera una bata por encima y que viniera a llamar a mi puerta porque se quedó sin tabaco. Un minuto más tarde me sobresalta el timbre, miro por la ventana de nuevo hacia la cocina, ella ya no está. Avanzo por el pasillo mientras me quito el batin, que de pronto me parece una prenda anacrónica, como de anciano o de enfermo. Con la luz del recibidor apagada pongo el ojo en la mirilla y abro a mi vecino de enfrente que me entrega un aviso de correos. Cierro la puerta burlándome de mis delirantes anhelos.

Vuelve a sonar el timbre, abro la puerta sin pensar y la extraña sonrisa de sus ojos parece radiografiar mi mente sorprendida. Le doy mi ultima cajetilla de Winston.

viernes, 14 de noviembre de 2008

ES UNA LASTIMA



Es una lástima que no estés cuando hablo de ti.
Cuando en las noches de alcohol y confidencias
cuento a los amigos tu importancia y tu luz.
Es una lástima que tengas que conformarte con mi resaca y mi cara de perro.
Es una lástima que todo lo que tengas de mí sea un beso apresurado
porque me avergüenza la ternura.

Es una lástima que no sepas la falta que me haces,
ni como te busco cuando todo se desmorona y no sé qué hacer.
Es una lástima que estas palabras queden escondidas en mi mala conciencia.
Es una lástima mi crueldad si cometes el más mínimo fallo y
que nunca celebre tus virtudes.

Es una lástima que viva encerrado en mí mismo, inaccesible,
aunque gire siempre a tu alrededor buscando tu calor.
Es una lástima que algún día te confiese todo esto, cuando ya sea demasiado tarde.
Es una lástima que no puedas leer estas líneas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

RETORNO A BRIDESHEAD



Cerré la bolsa con mi viejo equipo fotográfico. Aquella Pentax MX, que tanto había visto a través de su objetivo, quedaba ciega para siempre dormida en un trastero. Y estrené una cámara digital con todas las ventajas que supone y algún que otro inconveniente. Como por ejemplo, cómo iba a ver a partir de ahora las diapositivas proyectadas sobre una pantalla. (el 95% de mis fotos fueron hechas sobre ese soporte, durante muchos años). Tras unos meses de fotos vistas en el ordenador y la consiguiente decepción, empecé a pensar en soluciones.

Busqué proyectores de vídeo, hasta encontrar uno idóneo y monté una instalación fija en el salón. De esta forma pude ver fotos al tamaño grande que estaba acostumbrado, pero a una calidad mucho más baja que las diapositivas en película química. Un resultado algo decepcionante, pero la proyección de vídeo ofrece otras compensaciones: las películas, sin las palomitas del vecino.

Una tarde lluviosa de noviembre del año pasado, recordé una serie británica que Televisión Española pasó en 1982. La busqué en Dvd, en las principales tiendas sin resultado y tuve que recurrir una vez más a Internet, donde encontré una página que ofrecía la serie completa de once episodios.

En una semana aproximadamente, la recibí en casa, en una muy cuidada edición de tres Dvd. Tenía una grata memoria de esta serie de Granada Television Limited, hecha en los tiempos en que la televisión todavía era digna, pero habían transcurrido 25 años y tanto las imágenes como el argumento eran borrosos.

Esperé a disponer de un fin de semana en soledad, para ver las doce horas de esta espléndida producción, nunca superada por ninguna otra. Así fue como me trasladé al interior de aquella historia pausada, de una melancolía envolvente, transportado por la voz en off de Charles Ryder, que en primera persona narraba en una prosa casi poética, sus años de juventud junto a Sebastian Flyte y su familia. Mientras, las imágenes ilustraban con una magia absorbente los detalles de aquel palacio encantado, el paisaje, los ambientes, la recreación de una época cuidadosamente representada hasta el más mínimo detalle. La interpretación de los actores, magistral, así como la dirección, la banda sonora - compuesta específicamente para la serie - y la producción, que tuvo serios problemas de presupuesto.

En el transcurso de la proyección, comparaba mi turbio recuerdo de 1982 con lo que estaba viendo. Matices que hace 25 años ni captaba, ni siquiera imaginaba, ahora los degustaba absorto por completo en el placer de la comprensión de esta obra, que solo puede dar la perspectiva del tiempo. Fue mi particular retorno a Brideshead en 12 horas.

Muy pocas veces el medio audiovisual supera a la literatura, pero comprenderán Ustedes que ya no puedo leer la novela de Evelyn Waugh en que se basa esta producción y mucho menos ir al cine a ver la nueva versión cinematográfica comprimida en dos horas, que estrenaron hace dos viernes.

www.circulodigital.com

viernes, 31 de octubre de 2008

LA MALETA



Por fin apareció lenta sobre la cinta. La agarré deprisa, desplegué el mango telescópico, la puse a rodar y avancé entre los demás pasajeros. Todos como yo, con sus maletas rodantes como apéndices de sí mismos. Presurosos por llegar cuanto antes a sus destinos.

Rápido al mostrador de coches de alquiler, tarjeta de crédito, firmas, las llaves del coche. Localizarlo en el parking del aeropuerto, arrancar y empezar el lunes y otros tres días más en la jungla de la M-30. En el atasco que permite estar a solas dentro de la burbuja del coche. Lugar donde se observa la vida a contrapelo y es inevitable pensar en todo lo que no deberías hacer y sin embargo haces y viceversa. En las pequeñas cobardías del día a día, en los amores olvidados e imposibles. Abismado en una inútil compasión de mí mismo.

Primera visita a las 10 h, en el otro extremo de ese Madrid periférico inabarcable, de polígonos industriales inhóspitos construidos deprisa como decorados efímeros, perdidos entre polvo y decenas de rotondas. Las entrevistas con clientes, el mismo discurso de siempre con pequeñas variantes improvisadas según el interlocutor y todo el despliegue teatral de las relaciones comerciales, de un actor que no se cree el papel.

Así hasta la noche, de vuelta al hotel, solo en la habitación como un personaje de Edward Hopper. La maleta sobre la cama y al abrirla....blusas, faldas, pantalones.. y bajo esa primera capa, dos sujetadores funcionales, uno de fantasía y demás ropa interior. Un neceser floreado y un frasco de Agua de Luna. Apenas sin tocar nada, cerré la maleta, la observé por fuera, era exactamente como la mía. Pasaron unos minutos y volví a abrirla. Quise hacer un retrato de la propietaria a través de sus pertenencias. Lo miré todo con cuidado de dejarlo en el mismo orden en que estaba. Sus cosas no definían ningún perfil especial, pero bajo un camisón corto, hallé una antigua edición de un libro fuera de lo común, descatalogado, que tanto busqué durante un tiempo, sin éxito.

El tacto del libro dibujó de pronto su imagen, de repente nada convencional.Volví a cerrar la maleta. En la etiqueta exterior: Lucrecia B. y un número de móvil.

sábado, 25 de octubre de 2008

TALLER DE PINTURA



Qué vas a empezar hoy? Pues mira, no sé si hacer un bodegón o un paisaje, que te parecen estos? Este de aquí te quedaría muy bien, a ti que tanto dominas el paisaje. Yo no sé que hacer hoy , no tengo muchas ganas de pintar, he venido solo por salir de casa.

Como nunca sabe que día de la semana asistirá Mercedes a clase, él va de lunes a viernes. Cuando la oye entrar, Gerardo se ilumina. Sus caballetes están juntos y enseguida pegan la hebra. Bajo la conversación banal y los lugares comunes, Gerardo se muere por abrazarla. Me prestas un poco de azul ultramar? Tengo que terminar este retrato de una vez, he de entregarlo la semana próxima.

Mercedes algo más joven que él, se deja querer a esa distancia que señalan las mujeres inalcanzables. Indolente y divertida. Para Gerardo, Mercedes es su musa de carne y hueso, su estímulo para pintar cada día mejor, solo para mostrarle a ella el resultado, en ese momento feliz de las educadas admiraciones. Oh que bonito te ha quedado Gerardo, cada día pintas mejor. Tendrás que darme clases particulares, eh... Y Gerardo enrojece, se confunde y hunde su cara contra el paisaje del cuadro, por el que quisiera escapar de la vergüenza.

La profesora hace tiempo que los observa. Nota como él se transforma, cuando viene Mercedes, tan distinto a los días del caballete desocupado de su compañera. En los detalles que tiene con ella y cuando se queda mirándola con disimulo con el pincel quieto en la mano a un palmo del lienzo, como si pintara en el vacío.

Como consecuencia de su entusiasmado trabajo, Gerardo acumula una gran cantidad de obra que ya no le cabe en casa. Ha llenado todas las paredes del piso, ha regalado cuadros a toda la familia y amigos y finalmente, los acumula en rincones, bajo las camas, en el trastero del parking.

Sueña con una buhardilla de artistas, donde ellos dos vivirían dichosos, entre sus cuadros, con estrecheces, pobres pero felices. Con una cama de sábanas revueltas, entre pinceles, tubos de pintura, bastidores, telas, olor a aguarrás y una ventana donde siempre se vería caer una lluvia leve.

Pero piensa que ha llegado tarde a todo y ya el tiempo se acaba irremediablemente. Sale del taller de pintura sabiendo que su mujer le regañará por traer un nuevo cuadro a casa, agria después de cincuenta años de un matrimonio que los ha convertido ya en viejos hermanos desavenidos.

Mercedes... estaré quince días ausente. Tengo sesiones de quimioterapia hasta fin de mes y no podré venir, ya sabes como son estas cosas.

Que te vaya muy bien Gerardo, ya verás como te mejorarás. Aquí estaré, esperándote... Recuerdos a tu mujer.

jueves, 23 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen IV)



El proyector de super 8, acabó metido en una caja de cartón y la caja olvidada en un rincón, hasta perderse en alguna mudanza, pues como es sabido dos mudanzas equivalen a un incendio. El laboratorio de retoque fotográfico se cerró por falta de clientes y de entusiasmo. Cada uno de nosotros inició caminos distintos y ya no volvimos a vernos. Hace poco pasé por delante, ya no existe la tienda de ultramarinos. En su lugar una frutería hindú, cuelga sus ofertas sobre carteles fosforescentes agitados por el viento, como plegarias ofrecidas a unos dioses lejanos que nos ignoran.

La tecnología nos trajo el reproductor de video y con él los Videoclubs en cualquier esquina. En el de mi calle, al fondo del local, detrás de las películas comerciales, se hallaba la sección que el dueño denominaba de “dibujos animados”. Aquel chirriante mural de estanterías, lleno de cintas con primeros planos ginecológicos y títulos obscenos en caracteres rojos sobre amarillo, creaban tal confusión que uno no sabía por cual decidirse y como para no quedarme corto, siempre alquilaba 3 o 4 películas, para disfrutar de la posible variedad.


Con el video llegó el “cine” en casa al alcance de cualquiera. Y así fue como
un joven compañero de trabajo, en un fin de semana que sus padres estaban fuera, frente a la luz carnal de las imágenes y los jadeos a bajo volumen que salían del televisor, dejó embarazada a su novia en el sofá del salón. Le contarían a aquel hijo, mucho tiempo después, cual fué el curioso escenario de su concepción ?

Esta y otras historias estarán archivadas en el anecdotario colectivo de mi generación. Como la de una pianista a la que veces observaba tocar piezas clásicas desde el sillón de su salón. Mostraba una elegancia conmovedora. La espalda recta, el pelo corto, su perfil abstraído en las notas que surgían del piano. Conservaba aún algún rasgo adolescente y sus manos translúcidas, serpenteadas por leves líneas de un verde esmeralda pálido, volaban suaves sobre el teclado, interpretando aquellos Nocturnos de Chopin. Cuando se levantaba, sus delicados movimientos eran una danza sin sonido, un fulgor de oriflama. El cimbreo de sus caderas, me hacía pensar en los delicados y esponjosos mecanismos de sus huesos.

Así la observaba, mientras su marido, me ponía al día de su última practica sexual: la felación con Nesquik. (siempre se ha disuelto mejor que el Colacao, decía). Yo le devolvía una media sonrisa, mientras pensaba en los misterios insondables del erotismo y mi ingenuidad.

Tal vez esas prácticas se inspiraban en aquellas películas que se iban sofisticando cada vez más y las actrices cada vez más bellas, finas y elegantes, protagonizaban por contraste escenas de sexo extremo. Me preguntaba por el proceso de selección, el casting para aquellas filmaciones, dónde reclutaban aquellas mujeres perfectas. Y ellas, qué pensaban..

Una vez, tuve una extraña conexión inconsciente con los actores porno. Valeria, una amiga de un país hermano, me sedujo fácilmente, primero con su cálido acento (ya saben). Después con razones más palpables. Para cautivarme usaba los dos pecados capitales más inocentes: la gula y la lujuria. Antes de la cama había que pasar por la mesa y el conjunto de ambos, creaba en mí un estado de felicidad que aún hoy añoro. Valeria practicaba el sexo como con hambre, cuando entraba en materia se transformaba en un ser primario, olvidándose de la formas y de toda cultura civilizada (de la que poseía un buen bagaje) parecía absorta siguiendo un guión íntimo que solo ella conocía. Era difícil no dejarse llevar por su entusiasmo, pero había que contenerse , de lo contrario todo se acababa en breves segundos. En una de las sesiones, estábamos en la postura más natural (ella a cuatro patas) y de pronto en pleno vaivén, entré en una suerte de trance, quedándome vacío de emociones. De tal manera que hubiera podido seguir bombeando así durante horas. De esa forma trabajaban los actores? Vaciaban su mente de emociones para conseguir durar tanto en aquellos rodajes?. Libres por fin del deseo, esa mezcla eterna de placer y dolor.

Olvidé por un tiempo aquel episodio y a Valeria. Con otra pareja más estable, curiosos por experimentar algo de lo que veíamos en la pantalla, decidímos poner en práctica un poco de sadomasoquismo reversible (por la modernidad que suponía? ) Como aún no existían por aquí tiendas especializadas, tuve que recurrir a la ferretería del barrio y me hice con diversos materiales sencillos, pero la experiencia acabó con algunos azotes mutuos, pequeñas señales en el cuerpo y muchas risas. Quizás debimos ahondar en esa oscura litúrgia enigmática, pero ya todo era demasiado domestico y conocido entre nosotros. Los materiales fueron reciclados al armario del bricolage.

Entretanto, vi envejecer a los actores masculinos a través de los años. Nos hemos hecho mayores juntos. Las chicas, por imperativo comercial se iban renovando en una sucesiva y eterna juventud. Pero hace poco, he visto resurgir a algunas de aquellas estrellas del porno de los ochenta, en una nueva categoría (granny) de señoras maduras. Las he vuelto a encontrar -casi con alegría- ahora sus partenaires son chicos tan jóvenes que podrían ser sus nietos. Y ellas trabajan con la maestría de la experiencia y la pasión de a quien no le queda mucho tiempo.

La diversidad temática casi infinita que en la actualidad ofrece internet ha llegado al paroxismo. Una galería inabarcable de toda clase de especialidades (algunas de las que mejor no hablar) y perversiones (perversiones?), a la carta, con solo utilizar algún programa de descargas. En consecuencia, el videoclub de la esquina ha cerrado y con él aquella lejana sección de “dibujos animados”, para dar paso a una tienda de mascotas.

El valor didáctico de todo lo que hemos visto en esas producciones es indiscutible y muchos pusimos en práctica algo de lo que las películas porno nos enseñaban, lo que de una manera directa ha contribuido a que nuestra vida sea algo más grata... desde los tiempos del proyector.

El erotismo sigue siendo tan misterioso como la vida que crea. Por qué nos transtornamos por unos rasgos, por unos ángulos, por unas curvas, por ciertos volúmenes, por una sonrisa, por un gesto, por una mirada, un olor, una actitud, por el sonido de algunas palabras...Cómo es esa llave que abre secretas estancias del alma.


(Fin)

sábado, 18 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen III)



Alquilamos un pequeño local, lo que en el pasado fue la probable vivienda de la portera. Chema y yo, empezamos a montar un laboratorio fotográfico, en una especie de altillo con suelo de madera. Ampliadora, cubetas de químicos, luz roja y todas esas cosas necesarias para el revelado. Queríamos dedicarnos al retoque fotográfico, usando opacadores, gelatinas para hacer reservas en las imágenes mediante pincel, aerógrafo y otras técnicas completamente manuales. No existía ni remotamente la idea de las imágenes digitales, los ordenadores eran del tamaño de armarios roperos y estaban pensados solo para las empresas. (En esa época el presidente de IBM declaró que el ordenador personal no tenía futuro....).

Sobre la mesa de trabajo, fotos antiguas de parejas en el día de su boda, muchachos de mirada impávida vestidos de militar, familias retratadas conteniendo la respiración, fotos sepia de chicas que habían muerto muy jóvenes del tifus o de tuberculosis. Con todo ese material funerario trabajábamos, recortando caras y bustos, eliminando familiares indeseados y añadiendo otros, en un puzzle surrealista y demencial. Aquellos ojos fijos de los que ya estaban muertos, nos miraban desde su silencio, mientras con paciencia y pulso de orfebre, los manipulábamos, escuchando la radio.

Bajo el altillo había un pequeño cuarto, con espacio apenas para un colchón. Un tabique fino lo separaba de una tienda de ultramarinos que llevaban dos hermanas solteras de avanzada edad.

Algunas tardes usábamos más ese cuarto que el altillo, abandonábamos a aquellos antepasados inmóviles para siempre e invitábamos a las novias de entonces, al pequeño cubiculo donde se escuchaban los comadreos de la tienda con inquietante claridad. Procurábamos ser discretos con los ruidos, por suerte las chicas eran silenciosas y todo transcurría oyendo los pedidos de los clientes de al lado.

Un buen día, Chema apareció con una caja grande que contenía la máquina que amenizaría aquellos oscuros atardeceres sin ventanas. Las charlas de la tienda, se interrumpían súbitamente cuando empezaba a sonar el tableteo continuo de la cruz de malta del proyector, creando la sensación de estar observados a través de la delgada pared, por decenas de oídos atentos. Tumbados en el colchón mirábamos la película porno en super 8, de apenas diez minutos de duración y el silencio del otro lado, convertía la pared divisoria en un cristal que parecía transparente. En un vigoroso ejercicio de abstracción, lográbamos olvidarnos de los vecinos y del incesante ruido mecánico, atender a la proyección y a la agradable tarea que teníamos entre manos.

Si aquellas cortas y borrosas películas precisaran de un adjetivo, este no sería otro que didácticas. De ellas lo aprendimos todo, imitando en la medida de lo posible la acción de aquellos actores y actrices, que aún mostraban pelo púbico, junto con las melenas de la época.

Si coincidíamos las dos parejas la misma tarde, nos turnábamos dejando un breve espacio de tiempo entre sesiones, para ventilar el cuarto y enfriar el proyector.

La que era mi novia entonces- no se decía novia, sino compañera o amiga, cualquier cosa menos novia- desapareció de repente, se despidió por teléfono diciendo que teníamos que dejarlo por nuestro bien y que se iba de la ciudad. No me dejó ninguna dirección ni teléfono, ni otra posibilidad de contacto y ya nunca más la vi ni supe nada de ella. Durante meses asistí a la macabra ceremonia de encender el proyector a solas, con la película proyectada en la pared a los pies del colchón, el tableteo de la cruz de malta y el silencio súbito de la tienda. La misma película vista cien veces, que a veces se rompía y tenía que volver a empalmarla.

Al cabo de un año sin noticias, alguien me dijo que había muerto, como se dice en estos casos, de una larga enfermedad. No volví a entrar en aquel cuarto y en el altillo ya no pude mirar más aquellas fotos antiguas.

(Continuará)

jueves, 16 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen II)



Aquel universo de fotos fijas e imágenes estáticas de congeladas pasiones, era la información gráfica (pornográfica) que nos llegaba. Los planos, los ángulos eran, claro está, muy repetitivos, también los planteamientos y situaciones. Diríase que existía solo un único guionista que dictaba las poses, las acciones y los encuadres. A pesar de saberlo, cada vez que caía en nuestras manos una nueva publicación, era devorada con urgente ilusión. Primero un vistazo rápido, ojeando en una mirada general todas las páginas, donde seleccionábamos las imágenes de mayor impacto, de forma que los dedos -increiblemente ágiles y sabios- sabían encontrarlas más tarde con precisión. Después, una mirada reposada, lenta, de observador casi científico de anatomías, rostros y órganos palpitantes.

Private, la revista elegante del sector por excelencia, causó sensación y auténtica revolución en las formas. La cuidada iluminación de las fotografías, los ambientes, el atrezzo y sus modelos de extraordinaria belleza, contrastaban con las actrices de otras revistas, auténticas petardas con demasiada sombra de ojos azul y rimmel de un centímetro. En aquella época Private, se hizo con el mercado con diferencia. La mezcla de belleza de las modelos (también de los modelos) y procacidad de las escenas, causaban el impacto que sin duda perseguían los ejecutivos de la central, allá en Estados Unidos. Las chicas tenían aspecto de secretarias, azafatas de congresos, de la vecina guapa que te encuentras en la panadería... Private, fué un avance definitivo en la perturbación de los espíritus sensibles.

Finalizó el oscurantismo y con la apertura de la transición, estalló una galaxia de publicaciones que por fin se vendían en cualquier kiosko. (Private ya se podía “leer” en español). Playboy y Penthouse iniciaron su edición para España. Muchas revistas de ámbito nacional y aspecto cutre, de fotos infames y con canallescos artículos de pornógrafos a sueldo (miserable), que parecían redactar mientras acababan con el bocadillo de chorizo, completaban el amplio panorama. De pronto los jóvenes españolitos recibíamos una información torrencial de sexo, tanto visual como escrita. De la nada al todo sin solución de continuidad. Lo que para el mundo fue una revolución progresiva y gradual de décadas, para nosotros vino de la noche a la mañana. Como siempre tarde, mal y deprisa.

Pasado un tiempo que podría medirse en años, una mañana, en un campo junto a la autopista, mientras buscaba un encuadre adecuado para fotografiar unas naves industriales, una pata del trípode tropezó con una revista desparramada por el suelo, entre las altas hierbas. Era una edición alemana,, le faltaban las cubiertas, algunas de sus páginas rotas, otras estaban pegadas entre si por un fluido humano ya reseco, emanado sin duda a causa de aquellas imágenes. Al tratar de separarlas arranqué la tinta desapareciendo en el acto la imagen y quedando solo el blanco interior del papel desgajado. El resultado parecía la reproducción de un cuadro de pintura contemporánea, con cuerpos y figuras desgarradas por el arte de un pintor psicópata.

Tuve un momento de recuerdo para el camionero que lanzó la revista por la ventanilla de su cabina, tal vez hastiado después de aliviar su soledad.

La visión decadente de la revista caída en medio de aquel paisaje triste, me hizo comprender que había llegado el ocaso de la pornografía impresa, para dar paso a la imagen en movimiento.

(Continuará)

sábado, 11 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen I)




En la trastienda de una tapicería de barrio, propiedad del padre de un amigo, en un cuartucho angosto lleno de muestrarios de telas, terciopelos y damascos, se hallaba un pequeño arsenal de revistas “Play Boy” americanas, que guardaba el tío de mi amigo, detrás de unos cajones. El papel de la cubierta y las primeras páginas delataba un uso prolongado, que había abarquillado los extremos de las hojas en cientos de consultas. En algunas revistas, el desplegable central se desprendía de las grapas por razones obvias.

Para nosotros, que tendríamos 11 o 12 años, con el sabor aún en los labios de la merienda de pan con chocolate, entrar en aquel cuarto a hurtadillas, en grupos de tres o cuatro, con uno en la puerta de vigilante, era una experiencia nerviosa y urgente, casi sin tiempo de apreciar aquel esplendor prohibido, cuyo misterio nos oprimía el pecho y los pantalones. Una agitación sorda nos invadía ante los misterios que aquellas fotografías presentaban, bajo una perfecta iluminación de estudio. Nuestros ojos, en pocos segundos querían absorber la máxima información con una velocidad sin freno. Pasábamos rápidamente las páginas, adelante y atrás según las interjecciones admirativas, que saltaban de la boca de uno o de otro. Las cabeceras de texto en inglés, creo que aumentaban todavía más el exotismo del acto.

Después, al salir a la realidad de la calle, mirábamos de reojo a las mujeres que transitaban, preguntándonos en silencio, si bajo aquellos abrigos se ocultaban maravillas parecidas a las que acabábamos de ver. Comprendimos que aquellos –de repente- misteriosos y atractivos seres que estaban por todas partes, en la calle, en la escuela, hasta en nuestras propias casas, que eran incluso de la familia, como nuestras madres, hermanas o primas, eran con mayor o menor fortuna, como las chicas de las fotos. El desasosiego y la turbación estaban servidos.

Nunca supimos la oscura procedencia de aquellas publicaciones mágicas a todo color, ni el laberíntico camino que habían recorrido hasta llegar allí. A finales de los 60, solo tenían acceso a ellas los verdaderos aficionados.

Situarme exactamente en el tiempo sería inútil. Pongamos unos pocos años más tarde, empezaron a llegar a mis manos otras publicaciones alejadas de la inocencia erótica de “Play Boy”.

En aquel tiempo me hallaba haciendo copias de planos ocho horas diarias y acabando los estudios de delineación industrial, en la escuela nocturna. Solo hacía eso, copias de planos ante una copiadora, pero estaba en contacto con mi oficio y me fijaba en los dibujos con devoción de novicio, mientras los rodillos de la máquina se tragaban el papel. Meses más tarde pasé a la Oficina Técnica y allí empecé a dibujar profesionalmente, trabajos de poca importancia al principio y de más responsabilidad después, conforme iba adquiriendo experiencia. Aquel mismo año acabé los estudios.

Dentro de la industria metalúrgica, los delineantes eran una raza aparte. Parecían disponer de una imaginación especial y de una concepción del espacio y las formas dotada de la precisión que exigía aquel oficio. También eran muy dados a la abstracción, pues tenían que imaginar complicados funcionamientos de sistemas y mecanismos. En definitiva, estaban un poco enfermos, su lógica era compleja y sus facultades, orientadas a perderse por oscuros rincones del alma. Algunos de ellos, verdaderos apasionados de lo prohibido - solo por serlo- se hacían con unas publicaciones inconcebibles.

Aquellas revistas extranjeras, aparecían en la oficina, con una periodicidad de suscriptor. Las ocultábamos bajo la documentación técnica, entre planos de maquinaria y diseños de piezas. El procedimiento para verlas era sencillo y discreto. Se organizaban viajes al lavabo por turnos. Echábamos a suertes el orden de lectura, yo rezaba para que me tocara de los primeros para no tener que pasar las páginas con pinzas. De lo contrario la grima de coger en mis manos la revista manida, podía arruinar el gozo de su contemplación.

Provenían siempre de países nórdicos, presentaban modelos indefectiblemente rubios. Este aspecto suavizaba el impacto de las imágenes, ya que veíamos nuestra naturaleza alejada de aquellos actores, de manera que las fotos tenían algo de idílico e irreal. Para nuestra sensibilidad, solo hubiéramos considerado sexo verdaderamente duro, el haber visto pelo negro y pieles morenas. Aquellos miembros sonrosados, aquellos sexos femeninos vestidos con vello suave y claro, nos parecían angelicales comparados con nuestra propia tosquedad.

(Continuará)

sábado, 4 de octubre de 2008

MUDOS



El silencio tenso del domingo por la tarde, planea sobre un fondo de molicie. El televisor encendido ilumina la sala con una mortecina telemovie americana sin vida. Cae la tarde y la luz rosada conduce a una oscuridad que solo romperá mañana, la luz de un lunes aciago. La existencia es espesa, untuosa, gris.

Para acabar con el tedio me acerco a tu sillón. Mis manos inician un juego sobre tu cuerpo para romper el maleficio de una realidad vacía. Palpo tu piel suave, busco con la punta de los dedos los pezones. Los rodeo, los presiono, se endurecen, los rozo con las uñas. Tu cara se enciende, la boca se entreabre, los ojos se cierran. Con una mano abrazo los pechos hacia arriba y mi boca va de uno a otro , los junto hasta que las puntas se tocan y los chupo. La otra mano ha llegado a la entrepierna. El dedo corazón se desliza ya sobre una humedad viscosa.

No decimos nada, mudos en medio de un lenguaje sin palabras. Se oyen las voces tenues del televisor encendido, absurdo. Diriges con tus manos mi cabeza hacia abajo y celebro un ritual ciego de lengua sedienta. Tus pies sobre mis hombros, tus manos crispadas en mis cabellos.

Olvido la inminencia de la semana que llega y me hundo en ti, casi a oscuras. Con la derecha te agarro el cuello, el pulgar entra en tu boca, toca la lengua, los dientes. Me muerdes, no duele. Tu mano en mi muñeca, la otra en tu entrepierna se mueve frenética. Todo se agita, cada vez más veloz, mas rápido. El volumen del televisor de pronto aumenta al iniciarse el corte publicitario. En medio del loco vaivén , a mi espalda anuncios de detergentes, pizzas familiares, yogures de mil sabores y coches que ya nadie compra. En un resplandor cambiante de imágenes en color todo estalla y se termina en un segundo. El mítico placer simultáneo a veces ocurre.

Una especie de estupor tranquilo lo llena todo. Salgo a la terraza, mientras me fumo un cigarro, la joven vecina de enfrente, sale a tender la ropa casi desnuda, la miro indiferente. Vuelvo adentro, me ducho. Preparo una cena ligera en dos bandejas y vemos un telediario sin esperanza.

domingo, 28 de septiembre de 2008

LOLI



Se levanta a las seis de la mañana. Deja preparado el desayuno para sus dos hijos y su marido, ella toma sin ganas un café con leche. Antes de salir mira las habitaciones para comprobar que todos duermen, que todo queda en orden.

Toma dos autobuses y el metro para desplazarse desde su barrio periférico. En el metro, al principio se guiaba por las formas y detalles de las estaciones para saber donde tenía que bajar. Baja en el centro, ese mundo deslumbrante de grandes avenidas y edificios de cristal.

Cuando llego por la mañana, la veo con su carrito cargado de productos de limpieza, fregona y cubos. A pesar de la aséptica decoración de acero y vidrio “high tech”, la oficina de la agencia publicitaria huele a animal salvaje. El rastro fiero de los ejecutivos de cuentas y las secretarias de dirección es difícil de eliminar. Loli pasa entre ellos invisible como una sombra azul. A veces, a través de los cristales entre despachos, nos saludamos con un leve gesto, una sonrisa en medio de aquella jauría de alimañas vestidas de Armani

Un día la encontré llorando en el vestuario.

-No puedo más, mi marido se ha gastado media paga del paro invitando a los amigos en el bar.
Mi hijo está metido en drogas y a mi hija no le da la gana de ponerse a trabajar y no es capaz de hacer nada de la casa.

Disimuló al oír el taconeo poderoso de una de las directoras que se acercaba al baño. Se sobrepuso y como en otras ocasiones, me pasó unas facturas y cartas del ayuntamiento que ella no sabía leer, para que la ayudara a hacer unas gestiones.

Tenía que irse deprisa para llegar a tiempo a hacer faenas en un piso de la otra punta de la ciudad. Al anochecer llegar a casa para hacer la cena, poner lavadoras y llenar la bañera a la temperatura correcta a gusto de su marido y evitar sus gritos si estaba demasiado fría o caliente.

Así transcurrían sus días, sus semanas, sus meses. Borraba sus pesares con una sonrisa todas las mañanas. No entendía como aquellas mujeres jóvenes y guapas de la agencia, vestidas de marca y tan bien maquilladas estaban siempre tan serias teniendo tantas cosas. Lo feliz que sería si pudiera sentarse junto a ellas en la sala de juntas y flirtear un poco con aquellos ejecutivos engominados y eternamente morenos.

El sábado pasado se casó su hija. Loli alquiló una limusina para pasear a los novios durante una hora con final de trayecto que incluía una copa de cava. Le costó 1.000 €, me dijo orgullosa.

La veo marcharse, dejar su bata azul y vestirse de calle. Combina con gracia su ropa de mercadillo y se despide. Me dice adios, con un orgullo antiguo de hembra.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL LABERINTO DE LA MEMORIA II



A veces cuando voy por el centro, paso por delante de aquel café inmemorial de puertas de cristal biselado con el nombre grabado al ácido, de barra de madera bruñida y mesas de mármol con bordes de latón. Desde la calle veo el interior reflejado en el gran espejo del fondo. Un camarero muy viejo, con fina corbata negra y blanquísima chaqueta nos trae dos cafés y los deposita en la mesa con una cortesía de otro tiempo. Despacio, él, me quita las gafas y le veo borroso acercarse a mis labios,hasta verlo nítido un instante antes de besarme.

Un segundo después, alguien sale por la puerta del cajero automático y todo se borra. Estoy sentada en el banco de enfrente mirando la reluciente sucursal bancaria que ha sustituido aquel café y los delicados mecanismos del recuerdo le traen de nuevo. Vuelven sus ojos en penumbra cuando entraba en mí con una fuerza dulce y el abrazo desesperado, casi animal. Continuábamos mirándonos a los ojos hasta el final de aquel delirio en que todo desaparecía en un instante. Luego la paz de los cuerpos, el silencio y otra vez la mirada admirada, la adoración mutua y las charlas lentas donde arreglábamos el mundo.

Hicimos promesas de largo recorrido en el aire, no queríamos ver que vivíamos un presente que no podía tener futuro. Vidas muy distintas, demasiada distancia y obligaciones ineludibles lo malograron todo. No recuerdo con exactitud las palabras telefónicas de despedida y cierre, el dolor las habrá borrado. Pero supe que él podría sobreponerse en otros brazos, que entraría en otros cuerpos y otras almas hasta olvidarme poco a poco, como en una anestesia de la memoria.

En el transcurso de los años, esperé en vano que el destino volviera a premiarme con una experiencia de la misma intensidad, era inconcebible conformarme con menos. Todavía sigo esperando.

A veces sueño que él se ha ido y me despierto alegre pensando que solo era una pesadilla, para un segundo después ver amargamente la realidad. Otras veces espero dormirme para volver a encontrarle en sueños.

sábado, 20 de septiembre de 2008

EL LABERINTO DE LA MEMORIA



Tenía una belleza secreta, no era una guapa al uso. Unas gafas de pasta con bastantes dioptrías, borraban la expresión de sus ojos deformando su mirada. Las mejillas mostraban pequeños estragos de un acné aún reciente. El óvalo de su cara sin embargo era perfecto y su perfil, con el mentón apenas unos milímetros adelantado.

Cuando hablábamos apoyados en el velador de mármol de un antiguo bar ya desaparecido, le pedía que se quitara las gafas. Entonces su rostro resplandecía, me miraba y creo que a esa distancia me veía, más allá todo debía ser borroso para ella. Los labios pálidos estaban tibios cuando los besaba, de dentro de aquella boca serena surgía una lengua como con vida propia, un animalillo inquieto y ágil que borraba las palabras y hacía entornar los ojos.

Una punzada súbita me traspasaba cuando se quitaba la ropa. Tumbado sobre el colchón en el suelo, miraba en un contrapicado delicioso, sus piernas firmes que terminaban en unas nalgas rotundas, duras, de bailarina. Cuando se inclinaba sobre mí, el roce de su pelo en mi cara despertaba el instinto y ya todo era locura y pasión de una pureza irrepetible. Su conversación me transportaba a mundos que tan solo había imaginado en algunas lecturas. Su comprensión me hacía transparente. El sexo era de un romanticismo salvaje (si eso es admisible), un acoplamiento en cuerpo y alma, definitivo, absoluto.

Podría seguir describiéndola pero me resulta demasiado doloroso. En aquellos días nunca imaginé perderla, aún hoy sigue siendo para mí un misterio como sucedió. Nunca pensé que cayera sobre nosotros una maldición por ser tan felices. El amor extremo debe atraer el horror y la desgracia.

Desapareció. Tal vez para volver a una vida más sensata. Yo, con una mezcla de dolor agudo y orgullo herido no hice nada por recuperarla. Acabamos cruzando un par de cartas, la mía furibunda, su último texto de apenas una línea: No estoy de acuerdo con tu punto de vista...

Más tarde supe que nunca más se repetiría una experiencia parecida con nadie y volví al plano convencional, al de las relaciones de media o baja intensidad, a la resignación desesperada del millonario arruinado.

A veces sueño que ella me ha dejado y me despierto alegre pensando que solo era una pesadilla, para un segundo después ver amargamente la realidad. Otras veces espero dormirme para volver a encontrarla en sueños.

domingo, 14 de septiembre de 2008

ASOMADO AL ABISMO



Mi corazón ardía incandescente bajo la inquietante calma de una piscina nuclear. Yo era un desconocido más para ella, que cada mañana subía al autobús 57.

Podría empezar así un relato tan insensato como cualquier otro. Desarrollaría una pequeña historia intentando colocar adjetivos deslumbrantes, situaciones conmovedoras y un final donde cualquier esperanza se estropea. El pesimismo siempre me ha sentado bien.

Hoy, aplastado por una realidad sin salida, sin fuerzas para imaginar y plasmar algo escrito, solo me queda ánimo para observar. Mirar las vidas ajenas, como la mía en su mayoría biografías planas, pobladas de rutinas y deberes sin sentido. Con la expectativa de hallar una lejana luz, un remoto punto de encuentro en otras almas.

Entretanto y para contradecirme una vez más, escribo estas líneas a modo de alto en el camino. Una senda ignota en la que me aventuré sin el equipo necesario, sin mapas ni guías y sin conocer el terreno.
La ignorancia nos hace osados e imprudentes. Esto es todo lo que puedo declarar en este momento lúcido.

También podría llevar un diario, pero eso sería un ejercicio demasiado masoquista.
(Disculpen las molestias)

sábado, 6 de septiembre de 2008

DIAS DE GLORIA



Pedro y yo estábamos frente a la gran bañera de acero inoxidable, llena de huevos cocidos hasta el borde. Huevos duros para la cena de tresmil reclusos sin delito. Nos ordenaron pelarlos y depositarlos en unos baldes con agua. Él sonreía con una mueca desencajada. Quién sabe lo que pasaba por su práctico y sencillo cerebro de cabrero ante aquella visión. Yo por mi parte, inmediatamente me situé en un relato de Kafka que para eso sirve la cultura, para sufrir con elegancia.

Iniciamos la labor de descascarillado con cierta presteza al principio, entre risas. Al llegar a los trescientos huevos los dedos tumefactos empezaron a sangrar levemente a causa de los microcortes de las cáscaras. A los cuatrocientos, el agua del balde adquirió una leve tonalidad de vino rosado. Los huevos flotaban como flores ciegas entre aquella mezcla. Al ver el resultado, el vigilante nos ordenó dejar aquel trabajo, trasladándonos entre gritos e imprecaciones hacia otra sala.

Allí nos esperaban dos sacos de cebollas de 30 kilos que había que pelar. La molestia dactilar aumentó al contacto con los irritantes jugos. Para olvidar ese dolor los ojos picaban en extremo pues aquellas cebollas sabían defenderse con fuerza. Después de unas cincuenta cebollas peladas por cada uno, aprovechando un descuido de los vigilantes, abandonamos disimuladamente entre lágrimas aquella tarea, yéndonos a perder a un solitario patio donde se almacenaban los enormes cubos de goma de la basura. El relato kafkiano que me acompañaba en mi interior adoptaba múltiples formas de desesperación propias de ese autor.

El hedor de los cubos, creánme era nauseabundo, superior en repugnancia a cualquier otra substancia. Quizás piensen ustedes que la mierda es peor, tal vez el tufo de una pocilga, no, se equivocan, no hay nada peor que los restos de comida descompuesta, las verduras y frutas putrefactas, los espesos líquidos derramándose lentamente bajo la goma negra de aquellos cubos.

Al poco rato fuimos descubiertos por un vigilante que salió a orinar al patio. Como castigo nos mandaron a limpiar las letrinas. Ellos creían que era un castigo, sin embargo era el trabajo más agradable de los que allí podían ejercerse. Pedro se mostró feliz al instante al disponer de una manguera con la que jugar a arrancar los zurullos increíblemente adheridos a las paredes de cemento. Nos preguntábamos que clase de acrobacia era menester para cagar de esa forma, cuando la gravedad obligaba a acertar en el agujero del suelo. Quiénes podrían ser los autores de aquellas esculturas marrones, semejantes a antiguos picaportes.

El agua a presión se estrellaba contra aquella materia resistente, hasta acabar cediendo tras algunos minutos de constante empeño. Recuerdo, con placer lo limpias que dejamos aquellas dependencias comunitarias y como Pedro y yo nos abrazábamos alegres y satisfechos por el deber cumplido.

Por la tarde y sin tiempo de descanso, nos mandaron a limpiar los hornos de la cocina por dentro, operación que se hacia cada tres meses y que casualmente aquel día nos tocó a nosotros. Iniciamos aquel trabajo con ánimo de minero del carbón , Pedro, incluso cantaba alguna canción de su pueblo. Las paredes metálicas de los hornos habían acumulado dos centímetros de grasa que se disolvía entre nuestras manos, iban a manchar nuestra cara y cabellos, acabando por dejar también la ropa de faena de un color miel negruzco.

En esto estaba cuando resolví no volver a leer a Kafka nunca más. Pues lo que en su día fue un placer literario, ahora era una realidad sangrante. Pero que demonios, éramos jóvenes, teníamos energía y no nos iban a doblegar así como así. Después del tercer horno, con los brazos ya insensibles, nos deslizamos tras unas ollas de gran diámetro, desde allí vimos como el cocinero jefe preparaba la paella del día siguiente para tresmil, mientras iba comiéndose las pocas gambas que había, tirando las fundas de las mismas enteras al caldo, con tal habilidad que parecían estar llenas. Escapamos de aquella cocina del infierno.

Nada más salir por la puerta, nos enrolaron en una pequeña brigada de limpieza, estaba anocheciendo, el cuerpo se negaba a seguir con más tareas. Las amenazas de los mandos nos condujeron hasta uno de los comedores de unos mil metros cuadrados que había que fregar. Armados de cubos y fregonas empezamos a cámara lenta aquel trabajo. Pedro, recordando su oficio de pastor se quedaba dormido de pié, con el palo de la fregona a modo de bastón. Tuve que despertarle varias veces para continuar.

La cabeza me daba vueltas, estaba mareado. Demasiada dosis de realidad para mi espíritu novelesco, solo quería terminar, solo dormir como único objetivo. Cuando ya teníamos el comedor prácticamente terminado, aparecieron por el portón dos vigilantes borrachos. El más alto se acercó a nosotros. Miró el interior de los cubos y soltando maldiciones los volcó a patadas. Insultándonos por tener el agua tan sucia, que se derramó como tinta china cubriendo parte del comedor.

Pedro y yo nos miramos un instante, los ojos enrojecidos con un brillo de demencia. Solo recuerdo una luz amarilla cegadora que lo borró todo. Uno de los vigilantes cayo al suelo por el golpe de fregona de Pedro, mi cubo se estrelló contra la cara del otro. Noté una especie de punzada en la cabeza y despertamos a la mañana siguiente en el calabozo.

Una semana más tarde juramos bandera.

miércoles, 27 de agosto de 2008

LA VOZ OCULTA



Teresa dio un respingo al oír la voz lejana que salía del móvil. Anotó
nerviosamente las instrucciones que debía cumplir de inmediato. Tenía el tiempo justo de abandonar la reunión de trabajo, acabar con el cliente en cinco minutos para pasar por su casa –a esa hora ni su marido ni los niños estarían- cambiarse de ropa y buscar esas prendas de una elegancia demasiado suntuosa, que nunca se ponía.
Salió de casa con un cosquilleo en el vientre mezcla de emoción y miedo. La pamela doblada en una bolsa.

Cómo había llegado hasta ese punto. Era tan inexplicable y absurdo que resultaba cómico. Empezó esa relación a distancia como un juego que poco a poco se fue transformando en algo mas serio y perturbador, hasta que se le escapó de las manos. Hasta que empezó a descubrir cosas ocultas de si misma. Él, en realidad solo era un medio, un diluyente donde ella vertiría su verdadera esencia. El resultado de la mezcla , una fórmula que era aún desconocida. Solo existía una idea clara por encima de su confusión: la necesidad de sentir.

Al salir del aparcamiento, miró como se elevaba el portón, le pareció la puerta que se abría a un abismo. ¿Qué era toda esta locura, por qué obedecía a aquel hombre, casi desconocido, para qué se había vestido así? Solo sabía que tenía que hacerlo y entregarse a aquel extraño juego de sorpresa, estupor y placer turbulento. Era tan atractivo, el abandono de si misma a otra voluntad.

Ya en la calle, la gente presurosa pasando a través del cristal como en un film francés en blanco y negro, irreal como el vaivén del limpiaparabrisas anunciándole un “no” continuo. En el último instante, girar el volante a la derecha de vuelta a casa y a su feliz rutina o seguir de frente.

miércoles, 6 de agosto de 2008

CANCION A UNA ESTRELLA FUGAZ



De la fulgurante visita de una estrella fugaz.

Vuela esta canción para las Estrellas Fugaces, la más bella historia de amistad que tuve y tendré.
(Vaya pinta tenía yo en el aeropuerto con el cartelito bienvenida...y sólo, completamente sólo, más de media hora esperando)
Si alguna vez he visto la amistad en directo, fue viéndolas a ellas.
(Todos los días exigiéndome que les llevara albóndigas en un tupper)
Si alguna vez he respirado en un lugar lleno de cariño.(Tuve que salir a la terraza, no se podía aguantar el humo)
Si alguna vez aprendí lecciones inolvidables.(Una tarde, más de una hora esperando que llegaran las Señoras)
Si alguna vez fui sabio en amores, lo aprendí de sus labios cantores.
(No paraban de rajar como cotorras, día y noche)
Si alguna vez fui un ave de paso, no olvidé anidar en sus brazos.(No había modo de arrancarlas de casa por las mañanas, no salían del nido)
No hay nada más bello que lo que nunca han tenido.(La niña del sur, hizo más de mil fotos, para llevárselo todo en imágenes)
Vuestro recuerdo es cada día más dulce.
(Se tomaban la leche condensada directa del bote, para despertarse por las mañanas)

Si alguna vez creí que el afecto ya no existía, estaba equivocado.
El último día la Estrella Fugaz, me entregó despacio, un libro muy especial, con un hondo significado, que recordaba el inicio de nuestra conexión. Quedé tan sorprendido, que le respondí con una frase inadecuada.
Más tarde, sobre la mesa del restaurante, sigilosamente su mano reunió siete cigarrillos para llenar su pitillera. Suavemente me la entregó como recuerdo. Cuando una Estrella me deslumbra no sé qué hacer, me quedo en una especie de parálisis emocional y trato por todos los medios de mantener la compostura, sin saber expresar lo que siento.

Guárdense ustedes de las visitas de esta clase de Estrellas, surgidas de la red (ese proceloso mundo...),si no están acostumbrados a dosis elevadas de cariño y simpatía administradas en tan solo unos pocos días. Pero por nada del mundo se lo pierdan.

miércoles, 30 de julio de 2008

INSECTOS



Al estrecharle la mano noté una vibración muy leve, sorda. Por un momento pensé que la causa era mi propia circulación sanguínea y no le di más importancia.
Tras el saludo oportuno, entramos en la sala de reuniones y nos sentamos frente a frente. Sobre la mesa de cristal opalino, comencé a desplegar documentos, archivos de imágenes, instrucciones tomadas de apuntes y demás datos, con los que debía explicarle a mi interlocutor el trabajo a realizar.

Con mi mejor disposición, pasé a exponerle los antecedentes de aquel trabajo, las sutiles preferencias del cliente, las indicaciones del jefe de producto. Al principio no lo advertí, después de unos minutos me di cuenta de que aquel individuo, no asentía a mis instrucciones, no objetaba nada, no intervenía después de mis pausas.

Enseguida pensé que no me estaba explicando bien y cambié de registro, expuse las cuestiones con un ritmo más pausado, tampoco demasiado para que no creyera que me dirigía a un tonto. También eliminé las pequeñas cuñas humorísticas con que normalmente ilustro estas cuestiones, para favorecer y hacer más distendida la comunicación.

No obtuve ningún cambio en su actitud. Comencé a revolverme en mi silla, admito que me puse un poco nervioso, incómodo. Pensé qué era lo que estaba fallando en aquella entrevista. Cómo me miraban aquellos ojos sin fondo, yertos como pequeñas piedras negras.

Intenté reconducir aquella situación, comunicarme de algún modo. En eso estaba cuando llamó a la puerta Vicky, la nueva y extraña secretaria de departamento. La hice pasar aprovechando que me consultaba un tema aparte. Le presenté a aquel sujeto, dado que ella también sabía algo del asunto que estaba sobre la mesa.

Lo que ocurrió a continuación fue espantoso. Puedo contarlo ahora ya que ha transcurrido el tiempo suficiente para serenarme dentro de lo posible. Aquel visitante y Vicky se pusieron en contacto inmediatamente, mientras yo me levantaba de la silla aterrado. Me fui hacia un rincón de la sala presa de una mezcla de horror y asco.
De las cabezas de ambos surgieron finísimas y sensibles antenas, de sus costados aparecieron como en una visión, élitros y pequeñas alas que de inmediato empezaron a zumbar. Un entusiasmo frenético los envolvía, eran jóvenes, vibraban como la vida lo hace en primavera, se comunicaban a la perfección frotando entre sí sus sensibles antenas.

Quedé automáticamente excluido de aquel encuentro. Desde mi rincón observé como se mostraban sus nuevos i-phone, creí entender que hablaban de los últimos videojuegos de la Play -en su pintoresco lenguaje de fricción- y del éxito del último concierto de un grupo de nombre impronunciable.

Salí de allí sin que lo advirtieran, atravesé el pasillo y me refugié en el lavabo. Me lavé la cara, quise pensar que aquello solo era un sueño, pero no, por desgracia era muy real.
Al salir busqué el apoyo de mis congéneres. No encontré a nadie, volví a mi despacho y me encerré.

Los insectos tienen razón, hace más de cien millones de años que viven en el planeta. Desapareceremos los mamíferos y ellos con toda probabilidad continuarán, de ellos es el futuro, ellos poblarán la Tierra.

domingo, 20 de julio de 2008

EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD



El médico me dedicó una mirada escéptica.
-Pase a la sala de al lado y desnúdese.
No había más remedio que aceptar la sucesión de pequeñas humillaciones que conllevaba todo el proceso.
Tumbado en la camilla, me abandoné a las prácticas del galeno; auscultación, toma de la tensión arterial, mediciones de diámetros de extremidades y la prueba final de la báscula: 100,4 Kg. El resultado de años de abandono a los placeres dionisíacos.

-Ya se puede vestir.

Volví al despacho para contarle mis hábitos alimentarios, mientras pensaba que estaba llegando al fin de una época.
Volví a la semana siguiente con los resultados de la analítica. Decidido a aceptar unas normas solo comparables a la más exigente de las sectas. El doctor me extendió un papel con la descripción de la dieta:
El bacalao al pil-pil, sería sustituido por los espárragos en conserva, las albóndigas con sépia, por acelgas aliñadas con el mínimo aceite, los arroces a la marinera por una rebanada de pan de molde al día, las raciones de pescadito frito por el pescado hervido y el jamón ibérico por fiambre de pavo.

Debió observar mi expresión de abatimiento, cuando me dijo: “Las dietas son tristonas. Antes de empezar asegúrese que tiene la suficiente motivación para iniciar este penoso proceso”.
El doctor que se había formado en clínicas centroeuropeas a juzgar por los diplomas y títulos que exhibía en las paredes, pulsó un botón de su teléfono y poco después aparecieron las que él llamó “las Hermanas Búlgaras”.

-Estas señoritas forman parte de la terapia, le ayudarán y estimularán en la consecución de su objetivo.
Las saludé y correspondieron con una mirada fría y displicente. La morena llevaba un corte a lo garçon y la rubia media melena. Eran de estatura media, ciertamente elegantes. Sus vestidos negros de falda corta resultaban paradójicos en la consulta.

-Cada semana deberá ud visitarnos. Quedará establecido un programa de pérdida de peso, que le facilitaré en una tabla. Si Ud. no cumple con la reducción indicada en la tabla, intervendrán las Hermanas Búlgaras.

En ese momento las miré de reojo, preguntándome en qué consistiría su método persuasivo. Enseguida el doctor despejó la incógnita.

-Como sabe, la comida es la droga más dura que existe. La de consumo más fácil, se encuentra en todas partes, sólo con salir a la calle los estímulos para su consumo son infinitos. Por no hablar de la publicidad con su bombardeo constante. Además, culturalmente nuestras madres se han encargado desde siempre de incitarnos al consumo de grandes platos en reuniones familiares donde la comida es protagonista principal.
En definitiva estamos hablando de una adicción peligrosa en extremo, que requiere soluciones drásticas.

Aquella exposición era irrefutable. No pude hacer otra cosa que asentir sin resistencia a tales razonamientos.

-El nuestro, es un método de última generación, practicado con notable éxito en Alemania y Suiza. Se trata de trabajar al unísono el cuerpo y la mente. El cuerpo, después de los primeros quince días se habitúa con cierta facilidad a la nueva situación de carencia, no así la mente. La mente precisa de estímulos mucho más expeditivos. Es aquí donde intervienen las Hermanas Búlgaras, aplicando a los pacientes técnicas psicológicas basadas en la humillación y el castigo corporal.

Las dos mujeres de pié, se situaron a ambos lados del doctor, completando una escenografía que aumentaba el poder del médico sentado en su trono. Sentí miedo, quise salir de allí y dejarlo todo.
Las Hermanas parecieron leer mi pensamiento y me sonrieron levemente con su helada mirada.

-El procedimiento es muy sencillo. Ud. comparecerá aquí una vez a la semana. Después de un pequeño reconocimiento, la báscula será el juez que dictará una sentencia inapelable. Si no ha llegado a la cifra indicada en la tabla, pasará a la sala de castigo, donde las Hermanas cumplirán con su cometido.
Diciéndome estas palabras, el doctor me acompañó a una sala absolutamente blanca. De las paredes colgaban extrañas indumentarias, una suerte de trajes de submarinista, incomprensibles caretas antigás e instrumentos cuya función no acerté a imaginar. Las Hermanas Búlgaras me cerraban el paso por detrás.
Diversos lemas grabados en las paredes, escritos en una tipografía clásica, completaban el inquietante escenario:

No te aborrezcas a ti mismo. Cuida tu imagen.
Come para vivir, no vivas para comer.
La dieta alarga la vida.
Cuando comer es un vicio, deja de ser un placer.
Dentro del frigorífico está tu peor enemigo.

-Amigo mío, vivimos unos tiempos, donde los valores han sido destruidos. Conceptos como disciplina y autocontrol han caído en desuso. La mayoría de la población no practica otra religión que el consumismo fácil y el placer inmediato. Entregándose a una vorágine sin fin, de sensaciones vacías que no conducen sino al exterminio de la especie.

Tuve que apoyarme en la camilla central de la sala. Sólo quería salir de allí.

-No le diré que el proceso sea fácil. Algunos de nuestros pacientes, se han transtornado con el tratamiento y lejos de perder peso, se han mantenido en él, incluso lo han aumentado. Asisten cada semana al particular purgatorio de las Hermanas, con su voluntad completamente destruida.
Por suerte la sala está insonorizada....
Confío en su fortaleza de espíritu para superar esta prueba. Ud. y su cuerpo me lo agradecerán.

Salí de allí aterrado. El ajetreo de la calle me devolvió a lo cotidiano, sin embargo no pude pensar en otra cosa que en aquella consulta dantesca. Pero por una vez decidí enfrentarme a aquella endemoniada prueba para cuerpo y mente.

Sólo tenía que encontrar una motivación tan fuerte como para vencer aquellos peligros de toda índole.
No se me ocurrió otra cosa que recurrir a una fuerza mayor que el miedo y las privaciones. Me encomendé al erotismo.
Imaginé un futuro de cuerpo de anuncio Calvin Klein, de colonia para hombres que dejan huella. Cuando llegara a ese estado, cualquier esfuerzo habría merecido la pena.

Con éste férreo convencimiento, las semanas se sucedían una tras otra y la aguja de la báscula indicaba cada vez un peso inferior, incluso aventajando lo indicado en la tabla. En mis visitas, aparecían un momento en la consulta las Hermanas Búlgaras. No podían contener sus miradas de arpía, sedientas de someterme a sus torturas, mientras les indicaba la cifra marcada en la báscula, que me libraba de todo mal. Inmediatamente se retiraban a su sala blanca como vampiras frustradas.

Han transcurrido casi cuatro meses, desde el inicio del proceso. He perdido 16 Kg. y el ansia de comer se ha difuminado. Me muevo con más ligereza, he tenido que renovar casi todo el vestuario. Los amigos y conocidos destacan admirados mi visible adelgazamiento.

Mi objetivo se va a cumplir muy pronto, solo me quedan 4 kg. por perder. Este sábado he quedado con dos mujeres de un país del este. Siempre me ha atraído el misterio de las eslavas.

miércoles, 9 de julio de 2008

PARADISE OF THE SEA



-Señor, le agradesco que haya dedicado una semana de su vida, a pasarla con nosotros. Estamos para haserle felís, en esta semana. Que la pase bien.

Y el camarero dominicano, dejó el café sobre la mesa, con gran ceremonia.

-Gracias.
-De ninguna manera Señor, que ocurrensia...

“Una semana de su vida”, me conmovió. Era una visión casi filosófica de lo que yo estaba haciendo allí. Realmente estaba dedicando una semana de mi vida dentro de aquel paraíso flotante de bebidas no incluidas en el precio.
Inmerso en aquella amabilidad abrumadora, dejé de ser invisible para los camareros, que servían con una celeridad desconocida en tierra.

Todo era obsequioso y servicial. Al encontrarme con un Animador en el ascensor, éste, enseguida iniciaba una agradable conversación que evitaba el embarazoso silencio colectivo de esos cubículos.
Incluso el simulacro de emergencia, fue agradable. Con los chalecos salvavidas puestos, dos lindas instructoras, hacían olvidar cualquier peligro futuro. Me extrañó su elástica belleza y el exceso de maquillaje, hasta que más tarde las vi evolucionar como integrantes del cuerpo de baile del teatro. He dicho teatro... una gran sala con butacas tapizadas y capacidad para mil espectadores con rutilantes espectáculos musicales y de variedades que hacían las delicias de los pasajeros.

-Señoreees... Buenas nocheeesss. Esta noche tenemos una carta exselente... (Curioso, la de ayer también dijo que era excelente...). William (¿), el camarero peruano, asignado a mi mesa, procedía a recitar los exquisitos platos de la cena. Con una amabilidad inquietante, describía la elaboración de los mismos. Para seguirlo en condiciones había que ser conocedor de los secretos de los grandes Chefs.
Tuve que recurrir a mi memoria gastronómica para apostillarle algún comentario que me dejara como un “connaiseur”, ante aquella profusión de expresiones francesas.

Acto seguido aparecía el camarero ocupado de las bebidas (no incluidas). Por suerte la carta de vinos era parca y asequible a mis escasos conocimientos. Evité la ceremoniosa prueba del vino, diciéndole que confiaba plenamente en la calidad de la botella y en caso contrario ya cambiaría las copas.

El Director de Crucero o maestro de ceremonias -una especie de Berlusconi escuálido-, daba instrucciones por megafonía, con su característico acento italiano. Presentaba los espectáculos, anunciaba las escalas, leía el programa del día siguiente etc., condimentando sus peroratas con chistes trasnochados. Su lamentable simpatía de guiñol, me acompañó durante toda la travesía.

La tercera noche, cena con el capitán invisible. Sólo se dejó fotografíar con los ocupantes de las suites. El resto del pasaje sólo lo vimos en el escenario del teatro, cuando presentó a sus 500 tripulantes de más de 20 nacionalidades distintas, entre estudiados gags. El capitán resultó ser todo un showman.


Los largos pasillos sin fin, de acceso a los camarotes, me producían angustia. Era inevitable, me venía la imagen de aquellos niños y aquella sangre de “El Resplandor”. Mientras eso sucedía, cruzaba sonrisas de saludo con el personal del servicio de cabinas que aparecía por el corredor.

Siempre cabía la posibilidad de liberar el espíritu, al aire libre en cubierta, con la brisa en la cara, el sol mediterráneo y la panorámica infinita del mar. O quedar absorto en popa observando la estela producida por las hélices. Sin embargo, la algarabía de 500 cruceristas chapoteando en las piscinas, remojándose en los jacuzzis, participando en juegos y bailes instigados por los animadores, bajo incansables ritmos tropicales, hacían imposible cualquier momento de paz y contemplación.

La posibilidad de pasar un rato tranquilo, se reducía a dos estancias: el camarote (por suerte era exterior) o un recóndito salón reservado a fumadores de puros, que permanecía completamente vacío a media mañana. Me refugié allí, lejos de la atención de los solícitos camareros y de cualquier otro ser viviente. Descansando de tanta felicidad prefabricada.

En aquella soledad sentí miedo. Me puse en el lugar de la tripulación y no pude evitar pensar en la idea de una rebelión a bordo, que daría paso a la venganza colectiva de aquellos obsequiosos sirvientes, contra aquella masa de pasajeros con aspiraciones de nuevo rico.

Me dominó la angustia, cuando vi acercarse lentamente a mi salón aquellos tres camareros negros, semejantes a zombis haitianos, presentí el final.

“La música latina cesó hace días, solo se escuchan lamentos entre el hacinamiento en popa. Todo el pasaje permanece recluido en pocos metros cuadrados, la abundancia sin límite de días pasados se ha convertido en hambre y sed.

Amenazados por la tripulación, permanecemos temerosos como un rebaño de ovejas, sin posibilidad de negociación ni trato alguno. Un ciego deseo de venganza los domina, las escenas de humillación a que son sometidos los pasajeros, son indescriptibles...”.

-Señor, desea tomar alguna cosa?

La untuosa voz del camarero, me rescato de mis pesadillas.

-Eh, si, un carajillo, por favor.

Volvió a los tres minutos con el pedido.

-Gracias.
-Que ocurrensia Señor, estamos aquí para servirle.

El mar seguía avanzando por el ojo de buey.

domingo, 6 de julio de 2008

CINCO SEGUNDOS



Era la hora del relax. Después de la cena, los pasajeros ocupábamos el bar musical amenizado con actuaciones en vivo. Sentado en una butaca tapizada, algo raída en los brazos, descansaba del trajín de un día de visitas exprés, a lugares de belleza típica, con comercios de recuerdos adocenados. Cumpliendo con el furor del viajero con tiempo limitado, que apenas deja espacio para las sensaciones.

Mientras esperaba un café, paseé la mirada entre aquella masa heterogénea de turistas embarcados, en una panorámica lenta, indolente. Dos mesas más allá, una melena rubia de espaldas, formaba parte de un grupo de dos parejas. Brillaba bajo la luz lateral de uno de los focos del techo. La otra mujer mostraba su perfil de mediana edad, los dos hombres, uno calvo y el otro de pelo cano.

Continué mi panorámica visual por el resto de la sala, al volver la vista sobre aquel grupo, la cabeza rubia giró y apareció una cara serena, un poco ajada, de una elegancia propia de actriz años cincuenta, de mirada clara y expresión tranquila. Desapareció por unos momentos toda aquella turbamulta de entusiastas jubilados, parejas jóvenes con niños y algunos garrulos, mientras sus ojos, parecían preguntarme por qué la miraba sin apartar la vista por espacio de cinco segundos, hasta que volvió a girar la cabeza hacia su mesa.

Al día siguiente, finalizaba el viaje entre la agitación del desembarco, los aeropuertos, maletas, esperas y el cansancio de aquel rápido periplo entre islas y ciudades emblemáticas, cuyas imágenes quedaron registradas para después, recrear con más calma aquellos días. Y no volver a ver nunca más a los pasajeros de aquel crucero.

sábado, 21 de junio de 2008

SOLEDAD DEL MESSENGER



Sin buscar, encuentro lugares que me hacen presionar el botón izquierdo. Pequeños mundos que se abren a mi curiosidad; un título sugestivo, una imagen seductora, sorprendente o misteriosa.

Un afán como de buscar una patria en la que creer. Lugares donde palpitan almas a las que siempre les quedan palabras por decir, besos en los labios, caricias en las manos. Que desprenden una ternura que les hace únicos entre la multitud, que les salva frente al mundo con todas sus rutinas y mezquindades, siempre dispuesto a robarnos la alegría y el tiempo.

Sería una lástima no encontrarnos nunca, no comunicarnos. Sería una lástima volver al vacío de cuando solo era posible conocer a alguien de nuestro entorno más cercano. Sería una pena dejar de ser curiosos y abiertos. Sería amargo dejar de creer en los que escogimos.

Hoy, absurdo y solo como la valla de un candidato electoral paralizado en su sonrisa, después de las elecciones, navego dentro de la red infinita, a la deriva.
Esta noche, en la que nadie se conecta.

sábado, 14 de junio de 2008

AMOR PROPIO



Aquel lunes intuía problemas, mientras me dirigía a la dirección del cliente. Llegué con tiempo para aparcar y aún me quedaron diez minutos esperando dentro del coche, escuchando la radio para no pensar, retardando el momento del encuentro, hasta que llegó la hora.

Me abrió enseguida, el primer contacto visual reafirmo mis temores. Pasamos a una sala de juntas en un silencio monástico, el ruido metálico al arrastrar las sillas tenía algo de cerrojo carcelario. Una vez frente a frente empezó su exposición -demasiado extensa para mi gusto- previa a la noticia final y fatídica: No podía pagar una deuda equivalente al valor de un coche de gama media-alta totalmente equipado. El motivo? la crisis inmobiliaria y el fin de las ayudas de la Administración.

Mientras le escuchaba, diferentes secuencias iban pasando por mi cabeza. Cómo iba yo a comunicarlo a mi gerente, qué posible solución había a medio o largo plazo, en qué lugar quedaba yo en mi empresa después de éste episodio? Todo ello mezclado con el deseo de agredir a aquel individuo de ojos acuosos casi transparentes, que más bien parecía un replicante.

Armado con la paciencia y la diplomacia aconsejable en estos casos, con sobriedad y templanza, pero firmemente le hice ver el desastre en el que me había metido, la necesidad de pagar la deuda mediante alguna fórmula realista y fiable, hasta que después de un rato de negociaciones, amenazas solapadas, suaves consejos y demás parafernalia del trato empresarial, llegamos a un principio de acuerdo muy incierto. En realidad todo estaba en el aire y sin resolver.

Volví a la oficina en mi propio coche supongo, no recuerdo el itinerario. No tuve humor de encender la radio ni el CD para no pensar. Entonces el pensamiento lo llenaba todo, borraba el paisaje, los indicadores, los peajes. Avanzaba por la carretera en piloto automático con la vista fija en un punto lejano y ahí fue cuando apareció de nuevo el duendecillo diábolico. El Señor del diálogo interior, el experto en tortura psicológica. Hacía mucho tiempo que lo había desterrado, pero esta vez volvió pletórico, riéndose como nunca, reforzado.

-Ja ja ja ja, creías que no volverías a verme verdad? Ja ja ja ja, lo ves como yo tenía razón, eres el más imbécil, esto solo te puede pasar a ti, ja ja ja ja ja. Creías tener un buen cliente eh? Mira ahora como estás...No vales para esto, es que no lo ves? Te engaña cualquiera, ja ja ja....

Un bocinazo de otro vehículo me puso de nuevo en mi carril. Ya tenía instalada en el pecho esa presión que no se sabe de donde viene pero que resulta tan física. La boca seca como un trapo y avanzando hacia la oficina. Estaba resuelto nada más llegar a entrar en el despacho de gerencia y soltar la bomba, pero no había nadie en Dirección y no volverían hasta el día siguiente.

Traté de entrar en un estado de actividad sedada y seguir con la agenda del día maquinalmente. La próxima visita sería a una clienta que tenía que pasarme varios encargos. Antes de entrar en su oficina hice lo que los actores antes de empezar la función, es decir, representarla todo lo bien que saben, aunque vuelvan de un funeral.

Laura-mi clienta-mujer de unos cuarenta años, con una vida estable, económicamente privilegiada, guapa, simpática y todo lo demás, me pidió que la acompañara a cierta dirección. Le pregunté: la semana pasada también fuiste al mismo sitio, qué tienes por alli...?

Mi problema de la mañana palideció al instante, se quedó en una simple anécdota. No supe que hacer sino mirar el volante o la calle, los semáforos, cuando me dijo: Pocos lo saben, un día a la semana voy a una psicóloga, me lo recomendó el médico. Es bueno el apoyo psicológico para los que nos han diagnosticado una enfermedad degenerativa incurable.

La dejé en una esquina. El trayecto hasta mi casa fue una mezcla de risa y llanto. Sólo hay una verdad, la vida es absurda, injusta, feliz, caótica, agradable, cruel, incierta, generosa, una mezcla de todo, sin reglas ni norte, donde el azar te mata o te salva, donde la vida te desespera o te besa en la boca. Todo es un bombo de bolas de la lotería en alocada agitación.

Cerré la puerta, me metí en la ducha como para descontaminarme de un accidente nuclear. Metí la cabeza bajo la lluvia doméstica del teléfono. El duendecillo pugnaba por intervenir de nuevo, como un gremlin histérico. Me defendí, me blindé, me enfrenté al monstruo interior y en un reto personal le desafié a que se marchara. El jabón ayudó bastante en la operación, empecé a creer que era tan normal como cualquiera, que incluso tenía algún encanto, que los demás no son infalibles, que muchos de ellos no tendrán ni una décima parte de mis valores...y un largo etcétera de cualidades aparecidas de pronto...Mientras, la mano derecha enjabonada acariciaba cada vez más rápido aquello que crece gracias al amor propio, cuando uno se siente bien consigo mismo. Momentos antes del final pensé en cambiar las poéticas lágrimas perdidas bajo la lluvia por las miles de semillas también perdidas por el desagüe. Una sucesión mental rápida, de situaciones eróticas hasta que todo desapareció en un instante.

Al abrir los ojos seguía con la cabeza bajo la lluvia de la ducha. Vi como el duendecillo escapaba perplejo y aturdido por un pliegue de mi cerebro.

sábado, 7 de junio de 2008

EN CONCIERTO



Cuando asistía a conciertos, no me emocionaba con la actuación del cantante o el grupo. Más bien me fijaba en los detalles del escenario, en la mesa de mezclas del técnico de sonido, en los focos giratorios, en la disposición de las cajas acústicas, en las dimensiones del local...
Mientras a mi alrededor, todo el mundo enfervorizado coreaba las canciones, saltaba y encendía los “Bic” con los brazos en alto, yo me fijaba en lo buena que estaba la chica de delante sentada sobre los hombros de alguien que recibía su calor íntimo en la nuca.
No conseguía contagiarme del entusiasmo colectivo, a pesar de gustarme la actuación. Lo veía todo como en tercera persona, como un observador ajeno a las emociones.
Qué hacía yo realmente allí, un espectador escéptico, sin entrega, insolidario dentro de aquella aglomeración de gente que disfrutaba del momento. Hacía todo menos estar allí, pensaba en completo desorden que no quería formar parte de la masa, quería ser el guitarrista, el batería o el cantante. Protagonista de algo, por una vez. Proyectar energía sobre los demás, recibir aclamaciones y admiración. Embriagarme con el amor de la multitud.
No, no quería corear las canciones, ni alzar los brazos. No quería creer en aquella religión de ruidosos oficiantes iluminados en un altar de luces de colores, con los fieles a sus pies.
Dejaba atrás toda aquella catársis colectiva y sin talento ni oficio para destacar, solo me quedaba la realidad de fichar en el trabajo al día siguiente.

jueves, 29 de mayo de 2008

RONDAS



Los recuerdos se oxidan en contacto con el aire y es mejor preservarlos dentro; el paisaje que quedó prendido como un fotograma, los viajes, los amigos para siempre, la novia antigua. Ya no están, ya no somos quien éramos. Sólo quedan imágenes desfiguradas y no hay que intentar volver, solo recordar. La vida sólo tiene un sentido, solo circula en una dirección, de atrás hacia adelante, como el agua del río.

Al anochecer entro por el acceso 13, dirección Llobregat, después Ronda Litoral, a la derecha el puerto. Dirección Besós, paso por el túnel de Colón, aparecen las luces del Arts. Frente marítimo, zona Fórum, más túneles confundidos con la noche. Nudo de la Trinidad, dirección Llobregat de nuevo. Los recuerdos son mi único patrimonio y aunque volver atrás sea solo un simulacro, practico un ejercicio privado de eterno retorno, contra el río unidireccional de la vida. Vall d’ Hebrón, iglesia del Tibidabo como una luz flotando en el cielo. Zona alta, Diagonal...y otra vez Ronda Litoral, el puerto....

Absorto,con la mirada perdida en la intermitencia de las líneas blancas en el asfalto y la extraña geometría de luces paralelas que se acercan. Mientras, discurren los recuerdos agolpados en un caos sin sentido, en una circunvalación de Rondas de Barcelona sin fin, otra vuelta más y otra y otra.... hasta llegar de nuevo a la Salida 13, de vuelta al presente y a la realidad del depósito vacío.

jueves, 15 de mayo de 2008

LUZ Y PENUMBRA



Nunca escribí más allá de unas pocas cartas, en la ya lejana época del correo ordinario y el papel. Dónde se podía tocar el trazo del remitente y su respuesta llegaba con una semana de demora.

Desde hace ya más de un año- a causa de un afortunado y curioso azar – escribo sobre pantalla. Literatura menor con opiniones y sentimientos encerrados.

Todo parece fácil en pantalla, los textos surgen como si el teclado actuara solo , al modo de esos pianos mecánicos, cuyas teclas parecen ser tocadas por manos invisibles.

Todo parece sencillo en pantalla, como si se desterrara el esfuerzo por ser un castigo divino. Si las cosas cuestan mucho esfuerzo, es que quizá no valgan la pena.

Hoy, con el ordenador averiado, ya lo ven Ustedes, olvidé escribir en papel. Me falta la luz de la pantalla y su penumbra alrededor. Falta la imaginación y el encanto.

Saberse estúpido ante la hoja en blanco y reírse de ello, tal vez sea la primera prueba de talento.

jueves, 8 de mayo de 2008

30 AÑOS



Una mañana de domingo sin saber que hacer, me fui a un museo. Poco me importaba la civilización etrusca pero me metí en la exposición. Caminé entre largos textos explicativos, esculturas, utensilios de la época colocados en vitrinas y recreaciones proyectadas de la vida de aquel pueblo. Me senté en un banco de descanso del museo, preguntándome qué hacía allí, mientras miraba a un guerrero etrusco roto por el tiempo.

De repente apareció Fernando. Llevaba de la mano a sus dos gemelos, niño y niña de 6 años, a su lado su mujer. Compañera, se decía antes, en los tiempos progres. Hacía años que no le veía. Los niños se enzarzaban por sus piernas en un eterno juego que le hacía perder el equilibrio. Me alegré de que mi hijo ya tuviera 21 años.

Los saludos de rigor, alguna carantoña a los chiquillos. Dos besos a su mujer que no conocía. Le pregunté que tal llevaba la paternidad tardía y él entre bromas parecía decirme que era casi insoportable.

Yo no tenía un buen día y le solté una frase impertinente. Algo así como que los hijos hay que tenerlos cuando aún somos jóvenes. Me arrepentí al instante. Vino a mi pensamiento como una flecha, un episodio olvidado. Cuando un lejano día allá por el 78, Fernando vino a pedirme un préstamo para ir con su novia de entonces a Londres. No de turismo, sino para ir a cierta clínica donde hacían desaparecer a los hijos no deseados.

Volví a sentarme. Tras los gemelos me pareció ver otra figura, la de un hombre de 30 años muy parecido a mi amigo, el hermano mayor de los gemelos. La visión solo duró un segundo, enseguida volví a ver al guerrero etrusco.

Nos despedimos sin intercambio de números de teléfono, ni de correo electrónico.
En sus ojos creí ver un fondo de tristeza o de reproche.