domingo, 6 de julio de 2008

CINCO SEGUNDOS



Era la hora del relax. Después de la cena, los pasajeros ocupábamos el bar musical amenizado con actuaciones en vivo. Sentado en una butaca tapizada, algo raída en los brazos, descansaba del trajín de un día de visitas exprés, a lugares de belleza típica, con comercios de recuerdos adocenados. Cumpliendo con el furor del viajero con tiempo limitado, que apenas deja espacio para las sensaciones.

Mientras esperaba un café, paseé la mirada entre aquella masa heterogénea de turistas embarcados, en una panorámica lenta, indolente. Dos mesas más allá, una melena rubia de espaldas, formaba parte de un grupo de dos parejas. Brillaba bajo la luz lateral de uno de los focos del techo. La otra mujer mostraba su perfil de mediana edad, los dos hombres, uno calvo y el otro de pelo cano.

Continué mi panorámica visual por el resto de la sala, al volver la vista sobre aquel grupo, la cabeza rubia giró y apareció una cara serena, un poco ajada, de una elegancia propia de actriz años cincuenta, de mirada clara y expresión tranquila. Desapareció por unos momentos toda aquella turbamulta de entusiastas jubilados, parejas jóvenes con niños y algunos garrulos, mientras sus ojos, parecían preguntarme por qué la miraba sin apartar la vista por espacio de cinco segundos, hasta que volvió a girar la cabeza hacia su mesa.

Al día siguiente, finalizaba el viaje entre la agitación del desembarco, los aeropuertos, maletas, esperas y el cansancio de aquel rápido periplo entre islas y ciudades emblemáticas, cuyas imágenes quedaron registradas para después, recrear con más calma aquellos días. Y no volver a ver nunca más a los pasajeros de aquel crucero.

4 comentarios:

Inés Perada dijo...

Cuando voy de viaje, siempre me gusta mirar a las personas que me rodean, sea un metro, una tienda o que están a mi lado esperando un semáforo, porque sé que nunca jamás voy a volver a verlas.
También me sorprendo mirando por las ventanas de las oficinas y casas ajenas cuando sale la luz por ellas, sin cortinas, como si me permitieran por un momento invadir su intimidad , compartir ese único momento común en nuestras vidas...
Salud.

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Son cosas que pasan, pero a veces lo que dura un instante, perdura en el tiempo por el impacto que produjo.
Saluditos desde el sur

Ambrosía dijo...

Ayyyyyyyy eso es lo malo que tienen las coas buenas,que se acaban pronto. Suerte que el ojo digital lo capta todo ...para no olvidarnos con el tiempo de ningun detalle.
Me alegro de que lo haya usted pasado bien con tanto ajetreo de idas y venidas por esos mundos de Dios.
Un beso

Igrein dijo...

Ya... cuando voy de viaje lo pienso... conoces a alguien, con quien compartes dos frases y ya nunca vas a volver a saber de su vida...

Recuerdo en el viaje a Japón... subimos a una avioneta, y a nuestro lado se sentó un chico igual (pero con pelo) que Bruce Willis. Era muy gracioso y estaba muy contento de que le tocara al lado de una japonesa guapísima. Él nos miraba y nos hacía "OK" con la mano. Nosotros nos reíamos. Intercambiamos un par de frases en ingles y... nunca más se supo...

Una pena... es que yo soy muy boba para estas cosas...

Un besote!