miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL LABERINTO DE LA MEMORIA II



A veces cuando voy por el centro, paso por delante de aquel café inmemorial de puertas de cristal biselado con el nombre grabado al ácido, de barra de madera bruñida y mesas de mármol con bordes de latón. Desde la calle veo el interior reflejado en el gran espejo del fondo. Un camarero muy viejo, con fina corbata negra y blanquísima chaqueta nos trae dos cafés y los deposita en la mesa con una cortesía de otro tiempo. Despacio, él, me quita las gafas y le veo borroso acercarse a mis labios,hasta verlo nítido un instante antes de besarme.

Un segundo después, alguien sale por la puerta del cajero automático y todo se borra. Estoy sentada en el banco de enfrente mirando la reluciente sucursal bancaria que ha sustituido aquel café y los delicados mecanismos del recuerdo le traen de nuevo. Vuelven sus ojos en penumbra cuando entraba en mí con una fuerza dulce y el abrazo desesperado, casi animal. Continuábamos mirándonos a los ojos hasta el final de aquel delirio en que todo desaparecía en un instante. Luego la paz de los cuerpos, el silencio y otra vez la mirada admirada, la adoración mutua y las charlas lentas donde arreglábamos el mundo.

Hicimos promesas de largo recorrido en el aire, no queríamos ver que vivíamos un presente que no podía tener futuro. Vidas muy distintas, demasiada distancia y obligaciones ineludibles lo malograron todo. No recuerdo con exactitud las palabras telefónicas de despedida y cierre, el dolor las habrá borrado. Pero supe que él podría sobreponerse en otros brazos, que entraría en otros cuerpos y otras almas hasta olvidarme poco a poco, como en una anestesia de la memoria.

En el transcurso de los años, esperé en vano que el destino volviera a premiarme con una experiencia de la misma intensidad, era inconcebible conformarme con menos. Todavía sigo esperando.

A veces sueño que él se ha ido y me despierto alegre pensando que solo era una pesadilla, para un segundo después ver amargamente la realidad. Otras veces espero dormirme para volver a encontrarle en sueños.

7 comentarios:

Inma dijo...

Ayer leí por ahí que dos corazones rotos no pueden hacer uno solo. Está claro que con esto del amor siempre sale alguien herido.
Sobretodo el siguiente "sustituto", porque eso es lo que buscamos no? un sustituto que recuerde al que nos enamoró hasta el tuétano por primera vez, quizá el listón sea insuperable y se convierta todo en un bucle.
Qué triste vivir de recuerdos, pero al menos ella exige que el destino vuelva a premiarle con experiencias similares, es cierto que no podemos conformarnos con menos.

Anónimo dijo...

Querido Crono: el disparo anterior anterior me tocó de refilón, pero me duele decirte que con éste has dado de lleno. Por aquí ando, en caso de que quieras rematarme.

ISABEL TEJERA CARRETERO dijo...

Otro amor desgraciado. Pues como sigamos asi me veo mal este otoño.
Esperando esperando se nos pasa la vida casi soñando...soñadores mortales , felices en su desgracia.
Y además mujer.
un abrazo

Anónimo dijo...

Duele recordar. Pero qué pena con la perspectiva del tiempo no tener nada que recordar ni a quien encontrar en sueños. Aunque en ese caso, se sufrirá menos porque no se ha perdido a nadie verdaderamente importante, y no se puede sufrir por lo que nunca ha sido tuyo. Ya lo dijo el dicho: corazón que no cata, corazón que no siente.

Son muchos los que siguen esperando... algo.

Besazos.

Anónimo dijo...

Esperar no es suficiente. Creo que es una actitud muy pasiva ante la vida.
Añadiría un corre, ve y dile y...

Bon finde!!

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Hoy la nostalgia en boca de ella.
Crono, bonito relato.
Besicos

Inés Perada dijo...

Qué bonito es el AMOR...
Que lástima que tengamos que conformarnos con menos...
Todos nos sobreponemos, pocos se suicidan por amor, pero ahí queda la herida...

Salud.