sábado, 29 de noviembre de 2008

PERDIDO EN LA TRANSICION (Capitulo1º)



Aquel otoño empecé a ir a casa de mi amigo Alberto, al que conocí por azar. Entrar allí era como abrir la puerta a un mundo deslumbrante. Aquella sala con equipo de alta fidelidad, biblioteca hasta el techo y suntuosos sofás, me parecía un paraíso a solo unas estaciones de metro de mi domicilio. Mi casa -un pequeño piso- era de un minimalismo obrero desolador (casi maoísta) :Nevera en el comedor, flores de plástico sobre el televisor en blanco y negro, algunas sillas y como toda lectura posible periódicos atrasados y la guía telefónica. Música, la que ponían en la radio.

Acariciaba aquellos libros encuadernados en tapa dura, forrados en piel marrón y letras de oro...”La Segunda Guerra Mundial” en doce tomos. Obras completas de autores desconocidos, antologías poéticas, enciclopedias, metros y más metros de libros que llegaban hasta el techo. También una buena colección de discos de la época. Elepés de creativas carátulas, de jazz, clásica, grandes orquestas americanas...The Doors, Emerson , Lake and Palmer, Creedance C. R., Beatles y algunos más. Un universo por descubrir; el placer de saber, de aprender, el descubrimiento del arte y la cultura.

Volvía a mi espartana vivienda, de pronto tan inhóspita, como un condenado al destierro. Dentro del vagón del Metro, pensaba en como salir de mi ambiente para alcanzar aquel mundo idílico.

Así fue como quise abandonar el lugar que me correspondía como miembro de la clase obrera y tomé un camino probablemente equivocado para la gente de mi condición humilde. Me sumergí en los libros, la música, el cine, las ideas políticas, las reivindicaciones sociales y personales, con una voracidad de autodidacta. Un camino que me hacía sentir que había algo más que las clases clasificadas por el dinero y que todos podíamos ser iguales, con oportunidades, con acceso al conocimiento, la cultura , la libertad y una vida plena.

Más adelante me uní a grupos con esas ideas, no era difícil en la época, puesto que para una parte de la población era moda ser ...progre. Se denominaba así a una especie de ideología de amplio espectro, pero con señas de identidad definidas por el vestuario desaliñado, el pelo hirsuto, las gafas de pasta y en el rostro una permanente expresión de tristeza militante.

Eramos la esperanza de la nueva humanidad. Sesudos, estudiosos de libros de ensayo, biografías de revolucionarios rusos, lectores de salvadoras teorías económicas. Nos gustaban las fiestas sociales porque éramos socialistas (chiste de aquel tiempo). Si hablamos de cine, naturalmente solo pisábamos salas de arte y ensayo, rechazábamos todas las películas que no vinieran subtituladas y asistíamos a los cine-forum con ilusionada devoción.

Veníamos de unos años siniestros, de una educación castradora en un país desgraciado, cobarde y mezquino.

sábado, 22 de noviembre de 2008

LA VENTANA INDISCRETA



A veces coincidimos en el ascensor, es bastante guapa, - es difícil no serlo a los 20 años - un día me dijo que estudiaba Interiorismo.
Desde la ventana de mi escritorio, puedo ver su cocina, en el piso de abajo. Sus padres pasan el fin de semana fuera y esta tarde recibe la visita del tunante que pasa por ser su novio.

Al poco de llegar, me regalan el impúdico arte de su amor joven a través de la ventana. Él la toma con las dos manos por el culo y la sube a la encimera con urgencia. Ella abre las piernas y él empuja como si la Humanidad dependiera de su fuerza, ella le agarra la cabeza y él le besa el cuello como si quisiera devorarla. Ella le dice que le quiere y él.... Él ya es tarde para que diga nada. Ella se queda con más ganas pero a él ya se le ha terminado la cuerda, el entusiasmo y la fuerza de la que es una suerte que no dependamos los demás.

Después se sientan un rato a la mesa de la cocina, aún con restos de la comida frugal de ella que quedaron por recoger, apenas unas pieles y huesos de fruta y el vaso de yogur desnatado, volcado por el peso de la cucharilla. Al cabo de poco tiempo , él se viste y se va. Ella se queda desnuda, fumando.

Cierro la cortina y pienso que estaría bien que se pusiera una bata por encima y que viniera a llamar a mi puerta porque se quedó sin tabaco. Un minuto más tarde me sobresalta el timbre, miro por la ventana de nuevo hacia la cocina, ella ya no está. Avanzo por el pasillo mientras me quito el batin, que de pronto me parece una prenda anacrónica, como de anciano o de enfermo. Con la luz del recibidor apagada pongo el ojo en la mirilla y abro a mi vecino de enfrente que me entrega un aviso de correos. Cierro la puerta burlándome de mis delirantes anhelos.

Vuelve a sonar el timbre, abro la puerta sin pensar y la extraña sonrisa de sus ojos parece radiografiar mi mente sorprendida. Le doy mi ultima cajetilla de Winston.

viernes, 14 de noviembre de 2008

ES UNA LASTIMA



Es una lástima que no estés cuando hablo de ti.
Cuando en las noches de alcohol y confidencias
cuento a los amigos tu importancia y tu luz.
Es una lástima que tengas que conformarte con mi resaca y mi cara de perro.
Es una lástima que todo lo que tengas de mí sea un beso apresurado
porque me avergüenza la ternura.

Es una lástima que no sepas la falta que me haces,
ni como te busco cuando todo se desmorona y no sé qué hacer.
Es una lástima que estas palabras queden escondidas en mi mala conciencia.
Es una lástima mi crueldad si cometes el más mínimo fallo y
que nunca celebre tus virtudes.

Es una lástima que viva encerrado en mí mismo, inaccesible,
aunque gire siempre a tu alrededor buscando tu calor.
Es una lástima que algún día te confiese todo esto, cuando ya sea demasiado tarde.
Es una lástima que no puedas leer estas líneas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

RETORNO A BRIDESHEAD



Cerré la bolsa con mi viejo equipo fotográfico. Aquella Pentax MX, que tanto había visto a través de su objetivo, quedaba ciega para siempre dormida en un trastero. Y estrené una cámara digital con todas las ventajas que supone y algún que otro inconveniente. Como por ejemplo, cómo iba a ver a partir de ahora las diapositivas proyectadas sobre una pantalla. (el 95% de mis fotos fueron hechas sobre ese soporte, durante muchos años). Tras unos meses de fotos vistas en el ordenador y la consiguiente decepción, empecé a pensar en soluciones.

Busqué proyectores de vídeo, hasta encontrar uno idóneo y monté una instalación fija en el salón. De esta forma pude ver fotos al tamaño grande que estaba acostumbrado, pero a una calidad mucho más baja que las diapositivas en película química. Un resultado algo decepcionante, pero la proyección de vídeo ofrece otras compensaciones: las películas, sin las palomitas del vecino.

Una tarde lluviosa de noviembre del año pasado, recordé una serie británica que Televisión Española pasó en 1982. La busqué en Dvd, en las principales tiendas sin resultado y tuve que recurrir una vez más a Internet, donde encontré una página que ofrecía la serie completa de once episodios.

En una semana aproximadamente, la recibí en casa, en una muy cuidada edición de tres Dvd. Tenía una grata memoria de esta serie de Granada Television Limited, hecha en los tiempos en que la televisión todavía era digna, pero habían transcurrido 25 años y tanto las imágenes como el argumento eran borrosos.

Esperé a disponer de un fin de semana en soledad, para ver las doce horas de esta espléndida producción, nunca superada por ninguna otra. Así fue como me trasladé al interior de aquella historia pausada, de una melancolía envolvente, transportado por la voz en off de Charles Ryder, que en primera persona narraba en una prosa casi poética, sus años de juventud junto a Sebastian Flyte y su familia. Mientras, las imágenes ilustraban con una magia absorbente los detalles de aquel palacio encantado, el paisaje, los ambientes, la recreación de una época cuidadosamente representada hasta el más mínimo detalle. La interpretación de los actores, magistral, así como la dirección, la banda sonora - compuesta específicamente para la serie - y la producción, que tuvo serios problemas de presupuesto.

En el transcurso de la proyección, comparaba mi turbio recuerdo de 1982 con lo que estaba viendo. Matices que hace 25 años ni captaba, ni siquiera imaginaba, ahora los degustaba absorto por completo en el placer de la comprensión de esta obra, que solo puede dar la perspectiva del tiempo. Fue mi particular retorno a Brideshead en 12 horas.

Muy pocas veces el medio audiovisual supera a la literatura, pero comprenderán Ustedes que ya no puedo leer la novela de Evelyn Waugh en que se basa esta producción y mucho menos ir al cine a ver la nueva versión cinematográfica comprimida en dos horas, que estrenaron hace dos viernes.

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