
Estarán Ustedes de acuerdo conmigo; los genitales son ridículos y antiestéticos, órganos colocados en el cuerpo como fuera de lugar. Un error de diseño sin duda. Un verdadero despropósito de la naturaleza, tan sabia en otros campos y sin embargo aquí se ha burlado de nosotros condecorándonos con esas partes tan cómicas.
Si observamos el sexo masculino en reposo, no se me ocurre otro adjetivo que patético. Esa bolsita de doble y desigual capacidad, de piel arrugada y más morena que el resto del cuerpo (sin apenas exposición a la luz, inexplicable fenómeno). Y ese cilindro de carne flácida sin voluntad propia, a merced del vaivén y movimientos de la vida diaria.
Algunos de Ustedes pensarán: bueno, pero en erección cobra cierta dignidad... ¿Dignidad? Un señor con ese sobresaliente apéndice, que no indica otra cosa que su estado de enajenación momentánea, de ninguna manera puede ser digno y mucho menos, elegante.
Que algo así resulte atractivo, no hace sino aumentar el misterio de las mujeres. Ellas nos quieren a pesar de presentar esa lamentable anatomía y a pesar de ser groseros y primarios.
En cuanto al sexo femenino, convendrán conmigo que ese orificio protegido por un conjunto de labios mayores y menores, desigual, oscuro, rosado o púrpura, marrón o violáceo, no resulta nada atractivo. Los antepasados coños intonsos, producían verdadero respeto. Un lugar agreste sin duda, que surgía de pronto en una llanura de piel fina. Alertando de que en aquel sitio... pocas bromas.
No ocurre lo mismo con los contemporáneos que presentan una calvicie ginecológica. Como preparados para una inminente intervención quirúrgica. Algunos sin embargo ofrecen cierta belleza formal, si son breves y cerrados en sí mismos. Otros presentan la desolación de la lisura de las muñecas de Famosa. Sin embargo es de agradecer que todo su misterioso mecanismo sea interno y por tanto invisible.
Ustedes quizás opinarán que los senos al estar situados en la zona alta y por tanto noble, escaparán al presente análisis. Lamento indicarles a los que eso crean, que unas esferas prominentes colocadas en el pecho, aparte de nada funcionales y molestas para cualquier actividad, necesitan ser encerradas en unas ortopédicas jaulas que reciben el horrendo nombre de sujetador. Necesarios, claro y agradecidos incluso, algunos de estos adminículos, pues recogen, ordenan y abrigan tantas irregularidades...
Los pezones... miren, me llevan a la maternidad y a la lactancia. Me inspiran un respeto de alimento sagrado.
En la anatomía femenina diríase que es más interesante el envoltorio, lo circundante que lo propiamente genital.
Los hombres, cegados por la mezcla de una libido a veces desquiciada y por el misterio femenino, oscuro e inalcanzable, encontramos bello casi todo, a través de la niebla del deseo.
Cuanto más estética no sería la ausencia de todos esos órganos. Imaginen cuerpos ideales, sin protuberancias obscenas ni tristes evidencias de carnes sin control. Entrepiernas cerradas y lisas, pechos planos y atléticos. En resumen un nuevo diseño funcional, limpio y práctico que nos aproximara a la belleza casta de los delfines. La procreación y los placeres propios del sexo, deberían estar a cargo de discretos órganos ocultos como el páncreas o el bazo, cuya estimulación sería efectiva con solo una mirada intensa, un roce de la mano o mediante algún dispositivo intracraneal conectado a la red.
Tal vez en una próxima mutación de la especie.