sábado, 27 de diciembre de 2008

TARDE DE LLUVIA



Estábamos sentados en un sofá de piel verde botella, frente a la ventana con los cristales salpicados de lluvia. Iria me mostraba los procesos de un nuevo programa informático, en el portátil abierto sobre la mesita de centro. Mientras, yo pensaba en como efectuar un acercamiento con un mínimo de elegancia. La visión de su cuerpo, sus movimientos, su mirada , su tono de voz, preparaban el instante previo a la invasión de su espacio vital.

El crepitar de la lluvia contra los cristales parecía propiciar el contacto. Me acerqué a ella, hablándole para ocultar un impulso que ya era puramente físico. A esa corta distancia, entré en el aura donde habitaban la fragancia de su piel y el aroma de su cabello. Un instante después la besé levemente en sus labios inertes que parecían dibujados en su cara quieta. Solo fué un contacto ligero hecho con la prevención de quien pisa terreno desconocido.

Los segundos eternos que siguieron se rompieron con un comentario que pareció redactado por mi desafortunado guionista interior. Iria quiso poner orden a aquel momento confuso. Aquello era descabellado, absurdo y fuera de lugar. Una especie de niebla confundía lo que yo pensaba y el sonido de sus sensatas palabras. A pesar de ello me relajé, entrando en paz conmigo mismo por no haber dejado pasar otro día sin hacer nada.

De pronto me invadió un negro terror al ridículo, quise que aquello nunca hubiera sucedido y seguir con el trato amable, amigable y cándido de antes. Recogí mis cosas, el abrigo y me levanté para irme de allí, diciéndole que se me había hecho tarde.

Cerca de la puerta, con la urgencia que provocan las situaciones incómodas me despedí con dos besos en las mejillas. Cuando ya nuestros rostros se separaban, Iria, olvidando su prudente discurso me besó con fuerza, decidida y profundamente.

viernes, 12 de diciembre de 2008

PERDIDO EN LA TRANSICION (Capitulo 3º)



El antiguo régimen se resistía a desaparecer. Peor aún, parecía cobrar nuevas fuerzas. Los disturbios en las calles eran cada vez más frecuentes y violentos. Pronto vimos que la democracia tardaría en llegar.

Teníamos una monarquía ilegal, heredada de la dictadura y unos escaños ocupados todavía por los restos de las Cortes franquistas. Todo parecía inamovible; los poderes públicos, los militares, la Iglesia. Mientras, en las paredes de las avenidas, rebotaban las pelotas de goma y los tiros al aire iban a dar, a veces, al aire de los pulmones de alguien. Los manifestantes gritaban: “!Abajo el fascismo!”, “Democracia con Fraga es como follar con bragas”, enseguida llegaban aullando los jeeps de los grises y todo eran carreras, golpes y gente refugiada en los portales.

En ese callejón sin salida, tuvo que intervenir el gran hermano americano para abrir horizontes. El rey fue llamado a consultas a Washington y a su vuelta empezaron a moverse las fichas negras. Se disolvieron las Cortes franquistas por el procedimiento de adjudicarle a cada procurador (diputado) un puesto honorífico en alguna empresa estatal, sueldazo correspondiente, privilegios y demás prebendas. El Partido Comunista fue legalizado después de renunciar a su propia naturaleza. Era el último paso para encarar un régimen democrático homologado con los demás países europeos.

Siguiendo los consejos del amigo americano, las diferentes fuerzas políticas (unas más fuertes que otras) redactaron la Constitución. Los partidos de izquierda, la firmaron con la pistola en la cabeza y pensando que si les dejaban jugar a la democracia, ya era mucho. El referéndum popular dijo sí a la Carta Magna como la llaman pomposamente. Qué íbamos a decir...¿ que no?. ¿Por qué no se hizo un referéndum para decidir monarquía o república?. No, todo estaba atado y bien atado. Ya teníamos democracia parlamentaria para ocultar la dictadura burguesa.

Aquellos líderes emergentes, la mayoría pijos de izquierdas, fueron tomando posiciones y junto a ellos, como parásitos, toda una pléyade de acólitos que irían formando las bases de los partidos para en un futuro ocupar puestos en la administración, los ayuntamientos, las direcciones generales, etc., etc.

Nuestras fuerzas se debilitaron poco a poco, algunos de nosotros empezaron a hacer oposiciones a Hacienda, a los Juzgados, a buscar un trabajo más o menos estable..Otros simplemente abandonaron todo aquello porque querían ser felices por sí mismos. Todo se acabó de pronto como una trepidante película de acción, que te absorbe durante dos horas , para después encontrarte con la triste realidad de la calle.

Resultó que la democracia burguesa ya nos bastaba, nuestro repudio al franquismo era más estético que otra cosa... fuimos contra el sistema porque éramos jóvenes. ¿Sería cierto lo que decía Manuel Vázquez Montalbán, que contra Franco vivíamos mejor?
Los listos se situaron y a todos los demás, la democracia nos agradecía los servicios prestados y a partir de aquí sálvese quien pueda. De pronto tuvimos que empezar a pensar en el futuro, en el dinero, en la supervivencia. Y tuvimos que hacernos mayores de una vez.y para siempre.

De eso hace ya 30 años. El poder real sigue en manos de los de siempre, mejor sería votar directamente a los bancos en lugar de a los partidos. La transición española, dicen algunos que fue un ejemplo para el mundo....

Termino aquí, ya es tarde y sigo entrando a trabajar a las ocho.

sábado, 6 de diciembre de 2008

PERDIDO EN LA TRANSICION (Capitulo 2º)



“Si vas en el autobús y escuchas a alguien que habla de política, aléjate”, “Nunca critiques a Franco en público, ni siquiera hablando con conocidos”. “Nunca se sabe quien estará escuchando...” “ No hables de política, si te pillan, podrían meter a tu padre en la cárcel.”

¿Todos estos consejos, grabados en mi cerebro por la familia desde pequeño, podría olvidarlos por fin? Había llegado el día durante tantos años esperado. El dictador había muerto y en la tele todo seguía igual, los mismos ministros, los mismos militares, los mismos bigotitos y gafas oscuras.

Poco después todo fue un hervidero de partidos políticos clandestinos: PCE, PT, LCR, PORE, JGR y muchos más. Sus líderes parecían iluminados con el aura de los santos, qué dominio del lenguaje, que claridad en diseñar estrategias. Verdaderos salvadores de la clase obrera, ellos que nunca habían pisado una fábrica aparte de las de sus padres. Porque muchos eran de buena familia, con recursos para mantener sin trabajar a veinte generaciones. Yo dependía de un sueldo para llegar a fin de mes. Las reuniones acababan muy tarde porque no tenían que levantarse a las seis y media para entrar a trabajar a las ocho.

Pero no importaba, salíamos de esas asambleas, imbuidos por el impecable análisis político del líder, llevando con nosotros parte de su sabiduría y el anuncio de una revolución inminente. Una vez en la calle, solo nosotros sabíamos lo que iba a ocurrir y mirábamos a la gente que iba de compras, a los de la cola del cine, a los que empujaban el carrito de los niños. Todos ignorantes de la inminencia de la revolución proletaria en España.

Teníamos la sensación de estar participando en la Historia, de tocarla con las manos. Por fin nosotros protagonistas con nuestras melenas y barbas, nuestras ganas de vivir, de fumar porros... y al otro lado el color gris de los “grises”, el mismo gris de la tele, del No-Do, de los jerarcas del régimen. Un gris mediocre, anticuado y súcio.

¿Para qué seguir asistiendo a la academia nocturna? Ya no harían falta títulos en el futuro, se valoraría a las personas por su valía y listos, no por lo que rezara un papel.
El viejo sistema se hundiría y de las fábricas, de los campos, de las minas, saldrían los legítimos dueños del mundo.