
La ciudad de los muertos, no es una metáfora, sino una ciudad auténtica con calles, plazas, monumentos suntuarios, panteones en forma de catedral gótica con torres de agujas flamígeras y estatuas de ángeles en imposible actitud de consuelo. Con tumbas de elegante mármol grabado con letras de oro y edificios de nichos de nueve plantas de altura. El silencio se ve turbado por el constante murmullo del tráfico de la Ronda Litoral. Al otro lado del muro, la ciudad de los vivos.
Dos veces al año observo su imagen al llegar y al despedirme, después de cambiar las flores y limpiar el lugar de mis difuntos. A juzgar por la fotografía, murió muy joven. Tras el cristal de la lápida un chico de apenas catorce años con americana de cheviot, corbata negra, gafas de pasta y pelo rizado. Su expresión cándida de toda una vida por delante va apagándose con los años. La foto en blanco y negro ha ido virando a sepia por el procedimiento natural del paso del tiempo. La cruz grabada en el marmol blanco, queda semioculta por una cinta colgante con los colores del equipo de fútbol de la ciudad que sostiene una pequeña copa central delante del retrato. Reproducción de un remoto trofeo conseguido por el club.
Ayer, mientras contemplaba la fiesta por la consecución de las tres copas, en medio de la algarabía, los fuegos artificiales, el claxon incesante de los coches, el sentimiento de comunión de más de un millón de personas por las calles y de algunos más por todo el país, comprendí el sentimiento religioso.
Una religión que no es adoración ni temor a un ser superior, es la capacidad de unirnos en una emoción común, en un objetivo, en un deseo de todos. Tal vez el deseo de ser mejores de lo que somos, representado por un equipo de fútbol con oficiantes de veinte años.
La última vez que visité el cementerio observé que el joven difunto hacía mucho que no recibía visitas. El polvo hacía casi invisible su retrato. Una extraña y nueva devoción quizá me mueva a llevarle este domingo tres pequeñas reproducciones de los trofeos o unas rosas blaugranas.