domingo, 6 de septiembre de 2009

EPIDERMIS



Me recibió con un gesto amable. Su figura emergió tras la mesa extrañamente barroca que en conjunto con las sillas tapizadas y otros muebles también del mismo estilo, formaban una composición que daba a la consulta un aspecto notarial. Me dio la mano y me invitó a sentarme. Noté la presión desigual de uno de los muelles en mi nalga izquierda, al tiempo que procesaba aquella decoración fuera de lugar.

Su rostro ovalado, el pelo recogido en una coleta, sus ojos claros detrás de unos lentes de montura transparente que delataban miopía, su permanente sonrisa algo lela y la bata blanca, le daban el aspecto monjil y entusiasta de esas religiosas jóvenes que atienden a los soldados en el Hospital Militar, correteando por los pasillos, entrando con alegría nerviosa en las habitaciones sin previo aviso, armadas de jeringuillas prestas para incarse en los traseros masculinos.

La doctora me abrió una ficha con las preguntas de rigor; antecedentes familiares, enfermedades destacables sufridas en el pasado, posibles alergias, etc. Se expresaba con una simpatía cercana, inusual en su profesión. Poco a poco empecé a considerarla atractiva. Contagiado por su cordialidad, le exponía mi dolencia casi entre risas, mientras trataba de imaginarla en otro contexto, sin bata y con el pelo suelto.

Me hizo pasar a la sala contigua de exploraciones, carente por completo de artificios y pulcramente clínica. Ordenó que me quitara la camisa para mostrarle mi afección, una mancha rojiza en la axila derecha. Dijo que no tenía importancia, que con una crema administrada dos veces al día en poco tiempo desaparecería. Ya tenía una manga de la camisa puesta de nuevo cuando me dijo:
-Déjame ver las ingles.
-¿Las ingles...?- dije-
-No hace falta que te quites los pantalones, solo bájatelos.

Volvió la visión de las monjas militares cuando los pantalones quedaron arrugados sobre mis pies. Sin perder la compostura y el tono de la conversación, con la mano izquierda levanté el boxer mostrando la ingle con extremo cuidado para que no quedara un testículo a la vista. Creí actuar con naturalidad, aunque tal vez mi mano estuviera algo crispada.

-¿Ves lo lista que soy? .-afirmó con una gran sonrisa- Aquí en la ingle también tienes una mancha rojiza
-Pues no me había dado cuenta, Doctora...
-No nos damos cuenta y las manos van de un lado a otro por todo el cuerpo.

Me apresuré a vestirme abrumado por mi exagerado pudor masculino mientras ella volvía a su despacho.
La recordé dos veces al día, durante quince días. Hasta la próxima visita en la que solo me examinó la axila.

9 comentarios:

Novicia Dalila dijo...

Rebienvenido Crono.
Me alegra tu vuelta...
No sé si te acordarás de mí, despues de esas vacaciones semieternas que te has pegado.... :P

Estupendo relato sobre el trago que los hombres pasais cuando teneis que despelotaros delante de un médico, sobre todo si es tía... Si estuviérais acostumbrados a ir al ginecólogo cada 2x3 como nosotras, ya tiraríais de gayumbos pabajo con una profesionalidad que pareceríais boys :P

Me alegra tu vuelta Crono
Un beso.

tecla dijo...

¿Y entonces? ¿Ná de ná?

tecla dijo...

AAAAAAAyyyyyyyy.
Si tu supieras.
La primera vez que tuve que ir a un ginecólogo, mientras me cambiaba para que me viese,me quería tirar por la ventana.
Pero como estaba embarazada, me dije a mí misma, que lo que llevaba dentro, tenía que salir de todas formas, así que me agarré al pañuelo...
Jesús XD los tragos por los que hay que pasar.
¡¡¡Vaya vacacionessssss!!!!!!
Me alegro mucho que estés de vuelta.
Un abrazo.

Inés Perada dijo...

Siempre hay algo que contar, cuando se sabe como hacerlo.
Salud

pegasux69 dijo...

Lo tuyo fué suerte. Los médicos con los que alguna vez tuve que tratar durante mi servicio militar, tenían bigote y distaban mucho de ser monjes. Un saludo postvacacional

pegasux69 dijo...

Lo tuyo fué suerte. Los médicos con los que alguna vez tuve que tratar durante mi servicio militar, tenían bigote y distaban mucho de ser monjes. Un saludo postvacacional

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Nunca imaginé que una visita al médico se pudiera contar tan bien :D

Besos

Ambrosía dijo...

ehiiiiiiiiiiii bienvenido de nuevo...ya se le añoraba. La verdad es que leer sus relato, siempre provoca una gran sonrisa a quienes le seguimos.... no me quiero ni imaginar la cara que usted pondría ante semejante situación... con lo aprensivos que sois los hombres y encima con los pantalones en los tobillos...ayssss que mal ratico pasaría usted .jejjejej
Un beso ahora que me he reincorporado de nuevo a estos nuestros blogs....hasta pronto¡¡¡¡¡¡

Iris dijo...

Ya me estaba imaginando hasta cáncer, es que mi imaginación no para...

Saludos