sábado, 25 de octubre de 2008

TALLER DE PINTURA



Qué vas a empezar hoy? Pues mira, no sé si hacer un bodegón o un paisaje, que te parecen estos? Este de aquí te quedaría muy bien, a ti que tanto dominas el paisaje. Yo no sé que hacer hoy , no tengo muchas ganas de pintar, he venido solo por salir de casa.

Como nunca sabe que día de la semana asistirá Mercedes a clase, él va de lunes a viernes. Cuando la oye entrar, Gerardo se ilumina. Sus caballetes están juntos y enseguida pegan la hebra. Bajo la conversación banal y los lugares comunes, Gerardo se muere por abrazarla. Me prestas un poco de azul ultramar? Tengo que terminar este retrato de una vez, he de entregarlo la semana próxima.

Mercedes algo más joven que él, se deja querer a esa distancia que señalan las mujeres inalcanzables. Indolente y divertida. Para Gerardo, Mercedes es su musa de carne y hueso, su estímulo para pintar cada día mejor, solo para mostrarle a ella el resultado, en ese momento feliz de las educadas admiraciones. Oh que bonito te ha quedado Gerardo, cada día pintas mejor. Tendrás que darme clases particulares, eh... Y Gerardo enrojece, se confunde y hunde su cara contra el paisaje del cuadro, por el que quisiera escapar de la vergüenza.

La profesora hace tiempo que los observa. Nota como él se transforma, cuando viene Mercedes, tan distinto a los días del caballete desocupado de su compañera. En los detalles que tiene con ella y cuando se queda mirándola con disimulo con el pincel quieto en la mano a un palmo del lienzo, como si pintara en el vacío.

Como consecuencia de su entusiasmado trabajo, Gerardo acumula una gran cantidad de obra que ya no le cabe en casa. Ha llenado todas las paredes del piso, ha regalado cuadros a toda la familia y amigos y finalmente, los acumula en rincones, bajo las camas, en el trastero del parking.

Sueña con una buhardilla de artistas, donde ellos dos vivirían dichosos, entre sus cuadros, con estrecheces, pobres pero felices. Con una cama de sábanas revueltas, entre pinceles, tubos de pintura, bastidores, telas, olor a aguarrás y una ventana donde siempre se vería caer una lluvia leve.

Pero piensa que ha llegado tarde a todo y ya el tiempo se acaba irremediablemente. Sale del taller de pintura sabiendo que su mujer le regañará por traer un nuevo cuadro a casa, agria después de cincuenta años de un matrimonio que los ha convertido ya en viejos hermanos desavenidos.

Mercedes... estaré quince días ausente. Tengo sesiones de quimioterapia hasta fin de mes y no podré venir, ya sabes como son estas cosas.

Que te vaya muy bien Gerardo, ya verás como te mejorarás. Aquí estaré, esperándote... Recuerdos a tu mujer.

12 comentarios:

Inés Perada dijo...

Bello cuadro, bello cuento.
Como siempre, rozando la perfección en el uso medido y nunca exagerado de las palabras, con una exactitud que llena el alma.
Dicen, exactamente, lo que deben decir.Sin necesidad de abusar de los adjetivos que califican demasiado, como suele ser habitual.
El talento no entiende de circunstancias ni elige a los afortunados poseedores. Los demás podemos, tan solo, admirarlo...posees ese don y el resto, que más da...

Hay un bellísimo libro de Benedetti que me recuerda a tu cuento de hoy, seguro que lo conoces,La tregua.

Salud.

ISABEL TEJERA CARRETERO dijo...

Más que un pintor es un prisionero.
Con lo facil que seria hacer su sueño realidad, pero para eso debe romper la costumbre y la costumbre es una cadena casi siempre indestructible
Un abrazo

Inma dijo...

'Una cama de sábanas revueltas y una ventana donde siempre se vería caer una lluvia leve', qué sueño tan sencillo y humilde y al mismo tiempo tan incalcanzable.
Dios, cuán pobres y miserables somos, es el retrato de cualquiera de nosotros. Del afán de lo que no se tiene, el maldito deseo que lo abrasa todo. La vida que reflejas es la de diario, la que consume y nos llena de desdicha.
El único amor posible es el vivido en esas buhardillas en secreto, con fulgor arrojadizo, y sin lágrimas. Lo demás por desgracia, ya sabemos que se muere con la rutina, desgastándonos como la misma enfermedad invasiva que sufre ese pobre hombre.

(El personaje de la foto eres tú por azar? -perdona mi descaro- es que sé que pintas)

Ambrosía dijo...

Un bello relato que describe caminos paralelos y encrucijadas del destino.. con un final divergente..y entre medio, se desarrollan emociones y sentimientos duales... como la vida misma.
Por cierto.... cuidado con el aguarrás que su olor penetra en las neuronas y marea, además esnifada crea adicción... jajaja
Aun sigo de pirata.... pero estamos en contacto. Un beso

Borrasca dijo...

Que tierno, me conmovió mucho...
Muy bien escrito, como siempre es un placer leerte.

Besos borrascosos

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Crono, muy boniro este relato. Muy emotivo.

Besicos.

Bloggesa dijo...

Esa parte, la de las miradas, la del querer sin esperar más que una sonrisa, es casi la mejor del amor.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Qué tierno! Me gustó muchísimo, pero lo que más: "se deja querer a esa distancia que señalan las mujeres inalcanzables. Indolente y divertida".

Un besito

PD.- Te debo alguna "colaboración" en tu oblog; en cuanto tenga un rato lo hago. Siempre cumplo mis promesas. Otro beso

Carlos Lucero dijo...

amor pintarrajeado

Yeli dijo...

Me trasladé al taller de pintura...y hasta sentí la tristeza en la despedida. Muy buen relato.
Un abrazo
Yeli

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Triste amor, triste vida... precioso relato (se ve que hoy estoy telegráfica :)

Besos

Anónimo dijo...

Unos porque no tienen conciencia de lo corta que es la vida, otros porque sienten que ya se les ha terminado todas las oportunidades... el caso es que nunca vivimos lo que creemos. Y no lo hacemos porque siempre nos estamos poniendo excusas. A veces, tener lo que se quiere es tan sencillo como estirar el brazo y agarrarlo. Y por qué nos dará tanto miedo hacerlo...

Cuando uno se atreve, la recompensa es para toda la vida.

Besazos.