viernes, 31 de octubre de 2008

LA MALETA



Por fin apareció lenta sobre la cinta. La agarré deprisa, desplegué el mango telescópico, la puse a rodar y avancé entre los demás pasajeros. Todos como yo, con sus maletas rodantes como apéndices de sí mismos. Presurosos por llegar cuanto antes a sus destinos.

Rápido al mostrador de coches de alquiler, tarjeta de crédito, firmas, las llaves del coche. Localizarlo en el parking del aeropuerto, arrancar y empezar el lunes y otros tres días más en la jungla de la M-30. En el atasco que permite estar a solas dentro de la burbuja del coche. Lugar donde se observa la vida a contrapelo y es inevitable pensar en todo lo que no deberías hacer y sin embargo haces y viceversa. En las pequeñas cobardías del día a día, en los amores olvidados e imposibles. Abismado en una inútil compasión de mí mismo.

Primera visita a las 10 h, en el otro extremo de ese Madrid periférico inabarcable, de polígonos industriales inhóspitos construidos deprisa como decorados efímeros, perdidos entre polvo y decenas de rotondas. Las entrevistas con clientes, el mismo discurso de siempre con pequeñas variantes improvisadas según el interlocutor y todo el despliegue teatral de las relaciones comerciales, de un actor que no se cree el papel.

Así hasta la noche, de vuelta al hotel, solo en la habitación como un personaje de Edward Hopper. La maleta sobre la cama y al abrirla....blusas, faldas, pantalones.. y bajo esa primera capa, dos sujetadores funcionales, uno de fantasía y demás ropa interior. Un neceser floreado y un frasco de Agua de Luna. Apenas sin tocar nada, cerré la maleta, la observé por fuera, era exactamente como la mía. Pasaron unos minutos y volví a abrirla. Quise hacer un retrato de la propietaria a través de sus pertenencias. Lo miré todo con cuidado de dejarlo en el mismo orden en que estaba. Sus cosas no definían ningún perfil especial, pero bajo un camisón corto, hallé una antigua edición de un libro fuera de lo común, descatalogado, que tanto busqué durante un tiempo, sin éxito.

El tacto del libro dibujó de pronto su imagen, de repente nada convencional.Volví a cerrar la maleta. En la etiqueta exterior: Lucrecia B. y un número de móvil.

sábado, 25 de octubre de 2008

TALLER DE PINTURA



Qué vas a empezar hoy? Pues mira, no sé si hacer un bodegón o un paisaje, que te parecen estos? Este de aquí te quedaría muy bien, a ti que tanto dominas el paisaje. Yo no sé que hacer hoy , no tengo muchas ganas de pintar, he venido solo por salir de casa.

Como nunca sabe que día de la semana asistirá Mercedes a clase, él va de lunes a viernes. Cuando la oye entrar, Gerardo se ilumina. Sus caballetes están juntos y enseguida pegan la hebra. Bajo la conversación banal y los lugares comunes, Gerardo se muere por abrazarla. Me prestas un poco de azul ultramar? Tengo que terminar este retrato de una vez, he de entregarlo la semana próxima.

Mercedes algo más joven que él, se deja querer a esa distancia que señalan las mujeres inalcanzables. Indolente y divertida. Para Gerardo, Mercedes es su musa de carne y hueso, su estímulo para pintar cada día mejor, solo para mostrarle a ella el resultado, en ese momento feliz de las educadas admiraciones. Oh que bonito te ha quedado Gerardo, cada día pintas mejor. Tendrás que darme clases particulares, eh... Y Gerardo enrojece, se confunde y hunde su cara contra el paisaje del cuadro, por el que quisiera escapar de la vergüenza.

La profesora hace tiempo que los observa. Nota como él se transforma, cuando viene Mercedes, tan distinto a los días del caballete desocupado de su compañera. En los detalles que tiene con ella y cuando se queda mirándola con disimulo con el pincel quieto en la mano a un palmo del lienzo, como si pintara en el vacío.

Como consecuencia de su entusiasmado trabajo, Gerardo acumula una gran cantidad de obra que ya no le cabe en casa. Ha llenado todas las paredes del piso, ha regalado cuadros a toda la familia y amigos y finalmente, los acumula en rincones, bajo las camas, en el trastero del parking.

Sueña con una buhardilla de artistas, donde ellos dos vivirían dichosos, entre sus cuadros, con estrecheces, pobres pero felices. Con una cama de sábanas revueltas, entre pinceles, tubos de pintura, bastidores, telas, olor a aguarrás y una ventana donde siempre se vería caer una lluvia leve.

Pero piensa que ha llegado tarde a todo y ya el tiempo se acaba irremediablemente. Sale del taller de pintura sabiendo que su mujer le regañará por traer un nuevo cuadro a casa, agria después de cincuenta años de un matrimonio que los ha convertido ya en viejos hermanos desavenidos.

Mercedes... estaré quince días ausente. Tengo sesiones de quimioterapia hasta fin de mes y no podré venir, ya sabes como son estas cosas.

Que te vaya muy bien Gerardo, ya verás como te mejorarás. Aquí estaré, esperándote... Recuerdos a tu mujer.

jueves, 23 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen IV)



El proyector de super 8, acabó metido en una caja de cartón y la caja olvidada en un rincón, hasta perderse en alguna mudanza, pues como es sabido dos mudanzas equivalen a un incendio. El laboratorio de retoque fotográfico se cerró por falta de clientes y de entusiasmo. Cada uno de nosotros inició caminos distintos y ya no volvimos a vernos. Hace poco pasé por delante, ya no existe la tienda de ultramarinos. En su lugar una frutería hindú, cuelga sus ofertas sobre carteles fosforescentes agitados por el viento, como plegarias ofrecidas a unos dioses lejanos que nos ignoran.

La tecnología nos trajo el reproductor de video y con él los Videoclubs en cualquier esquina. En el de mi calle, al fondo del local, detrás de las películas comerciales, se hallaba la sección que el dueño denominaba de “dibujos animados”. Aquel chirriante mural de estanterías, lleno de cintas con primeros planos ginecológicos y títulos obscenos en caracteres rojos sobre amarillo, creaban tal confusión que uno no sabía por cual decidirse y como para no quedarme corto, siempre alquilaba 3 o 4 películas, para disfrutar de la posible variedad.


Con el video llegó el “cine” en casa al alcance de cualquiera. Y así fue como
un joven compañero de trabajo, en un fin de semana que sus padres estaban fuera, frente a la luz carnal de las imágenes y los jadeos a bajo volumen que salían del televisor, dejó embarazada a su novia en el sofá del salón. Le contarían a aquel hijo, mucho tiempo después, cual fué el curioso escenario de su concepción ?

Esta y otras historias estarán archivadas en el anecdotario colectivo de mi generación. Como la de una pianista a la que veces observaba tocar piezas clásicas desde el sillón de su salón. Mostraba una elegancia conmovedora. La espalda recta, el pelo corto, su perfil abstraído en las notas que surgían del piano. Conservaba aún algún rasgo adolescente y sus manos translúcidas, serpenteadas por leves líneas de un verde esmeralda pálido, volaban suaves sobre el teclado, interpretando aquellos Nocturnos de Chopin. Cuando se levantaba, sus delicados movimientos eran una danza sin sonido, un fulgor de oriflama. El cimbreo de sus caderas, me hacía pensar en los delicados y esponjosos mecanismos de sus huesos.

Así la observaba, mientras su marido, me ponía al día de su última practica sexual: la felación con Nesquik. (siempre se ha disuelto mejor que el Colacao, decía). Yo le devolvía una media sonrisa, mientras pensaba en los misterios insondables del erotismo y mi ingenuidad.

Tal vez esas prácticas se inspiraban en aquellas películas que se iban sofisticando cada vez más y las actrices cada vez más bellas, finas y elegantes, protagonizaban por contraste escenas de sexo extremo. Me preguntaba por el proceso de selección, el casting para aquellas filmaciones, dónde reclutaban aquellas mujeres perfectas. Y ellas, qué pensaban..

Una vez, tuve una extraña conexión inconsciente con los actores porno. Valeria, una amiga de un país hermano, me sedujo fácilmente, primero con su cálido acento (ya saben). Después con razones más palpables. Para cautivarme usaba los dos pecados capitales más inocentes: la gula y la lujuria. Antes de la cama había que pasar por la mesa y el conjunto de ambos, creaba en mí un estado de felicidad que aún hoy añoro. Valeria practicaba el sexo como con hambre, cuando entraba en materia se transformaba en un ser primario, olvidándose de la formas y de toda cultura civilizada (de la que poseía un buen bagaje) parecía absorta siguiendo un guión íntimo que solo ella conocía. Era difícil no dejarse llevar por su entusiasmo, pero había que contenerse , de lo contrario todo se acababa en breves segundos. En una de las sesiones, estábamos en la postura más natural (ella a cuatro patas) y de pronto en pleno vaivén, entré en una suerte de trance, quedándome vacío de emociones. De tal manera que hubiera podido seguir bombeando así durante horas. De esa forma trabajaban los actores? Vaciaban su mente de emociones para conseguir durar tanto en aquellos rodajes?. Libres por fin del deseo, esa mezcla eterna de placer y dolor.

Olvidé por un tiempo aquel episodio y a Valeria. Con otra pareja más estable, curiosos por experimentar algo de lo que veíamos en la pantalla, decidímos poner en práctica un poco de sadomasoquismo reversible (por la modernidad que suponía? ) Como aún no existían por aquí tiendas especializadas, tuve que recurrir a la ferretería del barrio y me hice con diversos materiales sencillos, pero la experiencia acabó con algunos azotes mutuos, pequeñas señales en el cuerpo y muchas risas. Quizás debimos ahondar en esa oscura litúrgia enigmática, pero ya todo era demasiado domestico y conocido entre nosotros. Los materiales fueron reciclados al armario del bricolage.

Entretanto, vi envejecer a los actores masculinos a través de los años. Nos hemos hecho mayores juntos. Las chicas, por imperativo comercial se iban renovando en una sucesiva y eterna juventud. Pero hace poco, he visto resurgir a algunas de aquellas estrellas del porno de los ochenta, en una nueva categoría (granny) de señoras maduras. Las he vuelto a encontrar -casi con alegría- ahora sus partenaires son chicos tan jóvenes que podrían ser sus nietos. Y ellas trabajan con la maestría de la experiencia y la pasión de a quien no le queda mucho tiempo.

La diversidad temática casi infinita que en la actualidad ofrece internet ha llegado al paroxismo. Una galería inabarcable de toda clase de especialidades (algunas de las que mejor no hablar) y perversiones (perversiones?), a la carta, con solo utilizar algún programa de descargas. En consecuencia, el videoclub de la esquina ha cerrado y con él aquella lejana sección de “dibujos animados”, para dar paso a una tienda de mascotas.

El valor didáctico de todo lo que hemos visto en esas producciones es indiscutible y muchos pusimos en práctica algo de lo que las películas porno nos enseñaban, lo que de una manera directa ha contribuido a que nuestra vida sea algo más grata... desde los tiempos del proyector.

El erotismo sigue siendo tan misterioso como la vida que crea. Por qué nos transtornamos por unos rasgos, por unos ángulos, por unas curvas, por ciertos volúmenes, por una sonrisa, por un gesto, por una mirada, un olor, una actitud, por el sonido de algunas palabras...Cómo es esa llave que abre secretas estancias del alma.


(Fin)

sábado, 18 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen III)



Alquilamos un pequeño local, lo que en el pasado fue la probable vivienda de la portera. Chema y yo, empezamos a montar un laboratorio fotográfico, en una especie de altillo con suelo de madera. Ampliadora, cubetas de químicos, luz roja y todas esas cosas necesarias para el revelado. Queríamos dedicarnos al retoque fotográfico, usando opacadores, gelatinas para hacer reservas en las imágenes mediante pincel, aerógrafo y otras técnicas completamente manuales. No existía ni remotamente la idea de las imágenes digitales, los ordenadores eran del tamaño de armarios roperos y estaban pensados solo para las empresas. (En esa época el presidente de IBM declaró que el ordenador personal no tenía futuro....).

Sobre la mesa de trabajo, fotos antiguas de parejas en el día de su boda, muchachos de mirada impávida vestidos de militar, familias retratadas conteniendo la respiración, fotos sepia de chicas que habían muerto muy jóvenes del tifus o de tuberculosis. Con todo ese material funerario trabajábamos, recortando caras y bustos, eliminando familiares indeseados y añadiendo otros, en un puzzle surrealista y demencial. Aquellos ojos fijos de los que ya estaban muertos, nos miraban desde su silencio, mientras con paciencia y pulso de orfebre, los manipulábamos, escuchando la radio.

Bajo el altillo había un pequeño cuarto, con espacio apenas para un colchón. Un tabique fino lo separaba de una tienda de ultramarinos que llevaban dos hermanas solteras de avanzada edad.

Algunas tardes usábamos más ese cuarto que el altillo, abandonábamos a aquellos antepasados inmóviles para siempre e invitábamos a las novias de entonces, al pequeño cubiculo donde se escuchaban los comadreos de la tienda con inquietante claridad. Procurábamos ser discretos con los ruidos, por suerte las chicas eran silenciosas y todo transcurría oyendo los pedidos de los clientes de al lado.

Un buen día, Chema apareció con una caja grande que contenía la máquina que amenizaría aquellos oscuros atardeceres sin ventanas. Las charlas de la tienda, se interrumpían súbitamente cuando empezaba a sonar el tableteo continuo de la cruz de malta del proyector, creando la sensación de estar observados a través de la delgada pared, por decenas de oídos atentos. Tumbados en el colchón mirábamos la película porno en super 8, de apenas diez minutos de duración y el silencio del otro lado, convertía la pared divisoria en un cristal que parecía transparente. En un vigoroso ejercicio de abstracción, lográbamos olvidarnos de los vecinos y del incesante ruido mecánico, atender a la proyección y a la agradable tarea que teníamos entre manos.

Si aquellas cortas y borrosas películas precisaran de un adjetivo, este no sería otro que didácticas. De ellas lo aprendimos todo, imitando en la medida de lo posible la acción de aquellos actores y actrices, que aún mostraban pelo púbico, junto con las melenas de la época.

Si coincidíamos las dos parejas la misma tarde, nos turnábamos dejando un breve espacio de tiempo entre sesiones, para ventilar el cuarto y enfriar el proyector.

La que era mi novia entonces- no se decía novia, sino compañera o amiga, cualquier cosa menos novia- desapareció de repente, se despidió por teléfono diciendo que teníamos que dejarlo por nuestro bien y que se iba de la ciudad. No me dejó ninguna dirección ni teléfono, ni otra posibilidad de contacto y ya nunca más la vi ni supe nada de ella. Durante meses asistí a la macabra ceremonia de encender el proyector a solas, con la película proyectada en la pared a los pies del colchón, el tableteo de la cruz de malta y el silencio súbito de la tienda. La misma película vista cien veces, que a veces se rompía y tenía que volver a empalmarla.

Al cabo de un año sin noticias, alguien me dijo que había muerto, como se dice en estos casos, de una larga enfermedad. No volví a entrar en aquel cuarto y en el altillo ya no pude mirar más aquellas fotos antiguas.

(Continuará)

jueves, 16 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen II)



Aquel universo de fotos fijas e imágenes estáticas de congeladas pasiones, era la información gráfica (pornográfica) que nos llegaba. Los planos, los ángulos eran, claro está, muy repetitivos, también los planteamientos y situaciones. Diríase que existía solo un único guionista que dictaba las poses, las acciones y los encuadres. A pesar de saberlo, cada vez que caía en nuestras manos una nueva publicación, era devorada con urgente ilusión. Primero un vistazo rápido, ojeando en una mirada general todas las páginas, donde seleccionábamos las imágenes de mayor impacto, de forma que los dedos -increiblemente ágiles y sabios- sabían encontrarlas más tarde con precisión. Después, una mirada reposada, lenta, de observador casi científico de anatomías, rostros y órganos palpitantes.

Private, la revista elegante del sector por excelencia, causó sensación y auténtica revolución en las formas. La cuidada iluminación de las fotografías, los ambientes, el atrezzo y sus modelos de extraordinaria belleza, contrastaban con las actrices de otras revistas, auténticas petardas con demasiada sombra de ojos azul y rimmel de un centímetro. En aquella época Private, se hizo con el mercado con diferencia. La mezcla de belleza de las modelos (también de los modelos) y procacidad de las escenas, causaban el impacto que sin duda perseguían los ejecutivos de la central, allá en Estados Unidos. Las chicas tenían aspecto de secretarias, azafatas de congresos, de la vecina guapa que te encuentras en la panadería... Private, fué un avance definitivo en la perturbación de los espíritus sensibles.

Finalizó el oscurantismo y con la apertura de la transición, estalló una galaxia de publicaciones que por fin se vendían en cualquier kiosko. (Private ya se podía “leer” en español). Playboy y Penthouse iniciaron su edición para España. Muchas revistas de ámbito nacional y aspecto cutre, de fotos infames y con canallescos artículos de pornógrafos a sueldo (miserable), que parecían redactar mientras acababan con el bocadillo de chorizo, completaban el amplio panorama. De pronto los jóvenes españolitos recibíamos una información torrencial de sexo, tanto visual como escrita. De la nada al todo sin solución de continuidad. Lo que para el mundo fue una revolución progresiva y gradual de décadas, para nosotros vino de la noche a la mañana. Como siempre tarde, mal y deprisa.

Pasado un tiempo que podría medirse en años, una mañana, en un campo junto a la autopista, mientras buscaba un encuadre adecuado para fotografiar unas naves industriales, una pata del trípode tropezó con una revista desparramada por el suelo, entre las altas hierbas. Era una edición alemana,, le faltaban las cubiertas, algunas de sus páginas rotas, otras estaban pegadas entre si por un fluido humano ya reseco, emanado sin duda a causa de aquellas imágenes. Al tratar de separarlas arranqué la tinta desapareciendo en el acto la imagen y quedando solo el blanco interior del papel desgajado. El resultado parecía la reproducción de un cuadro de pintura contemporánea, con cuerpos y figuras desgarradas por el arte de un pintor psicópata.

Tuve un momento de recuerdo para el camionero que lanzó la revista por la ventanilla de su cabina, tal vez hastiado después de aliviar su soledad.

La visión decadente de la revista caída en medio de aquel paisaje triste, me hizo comprender que había llegado el ocaso de la pornografía impresa, para dar paso a la imagen en movimiento.

(Continuará)

sábado, 11 de octubre de 2008

MEMORIA SENTIMENTAL DEL PORNO (Volumen I)




En la trastienda de una tapicería de barrio, propiedad del padre de un amigo, en un cuartucho angosto lleno de muestrarios de telas, terciopelos y damascos, se hallaba un pequeño arsenal de revistas “Play Boy” americanas, que guardaba el tío de mi amigo, detrás de unos cajones. El papel de la cubierta y las primeras páginas delataba un uso prolongado, que había abarquillado los extremos de las hojas en cientos de consultas. En algunas revistas, el desplegable central se desprendía de las grapas por razones obvias.

Para nosotros, que tendríamos 11 o 12 años, con el sabor aún en los labios de la merienda de pan con chocolate, entrar en aquel cuarto a hurtadillas, en grupos de tres o cuatro, con uno en la puerta de vigilante, era una experiencia nerviosa y urgente, casi sin tiempo de apreciar aquel esplendor prohibido, cuyo misterio nos oprimía el pecho y los pantalones. Una agitación sorda nos invadía ante los misterios que aquellas fotografías presentaban, bajo una perfecta iluminación de estudio. Nuestros ojos, en pocos segundos querían absorber la máxima información con una velocidad sin freno. Pasábamos rápidamente las páginas, adelante y atrás según las interjecciones admirativas, que saltaban de la boca de uno o de otro. Las cabeceras de texto en inglés, creo que aumentaban todavía más el exotismo del acto.

Después, al salir a la realidad de la calle, mirábamos de reojo a las mujeres que transitaban, preguntándonos en silencio, si bajo aquellos abrigos se ocultaban maravillas parecidas a las que acabábamos de ver. Comprendimos que aquellos –de repente- misteriosos y atractivos seres que estaban por todas partes, en la calle, en la escuela, hasta en nuestras propias casas, que eran incluso de la familia, como nuestras madres, hermanas o primas, eran con mayor o menor fortuna, como las chicas de las fotos. El desasosiego y la turbación estaban servidos.

Nunca supimos la oscura procedencia de aquellas publicaciones mágicas a todo color, ni el laberíntico camino que habían recorrido hasta llegar allí. A finales de los 60, solo tenían acceso a ellas los verdaderos aficionados.

Situarme exactamente en el tiempo sería inútil. Pongamos unos pocos años más tarde, empezaron a llegar a mis manos otras publicaciones alejadas de la inocencia erótica de “Play Boy”.

En aquel tiempo me hallaba haciendo copias de planos ocho horas diarias y acabando los estudios de delineación industrial, en la escuela nocturna. Solo hacía eso, copias de planos ante una copiadora, pero estaba en contacto con mi oficio y me fijaba en los dibujos con devoción de novicio, mientras los rodillos de la máquina se tragaban el papel. Meses más tarde pasé a la Oficina Técnica y allí empecé a dibujar profesionalmente, trabajos de poca importancia al principio y de más responsabilidad después, conforme iba adquiriendo experiencia. Aquel mismo año acabé los estudios.

Dentro de la industria metalúrgica, los delineantes eran una raza aparte. Parecían disponer de una imaginación especial y de una concepción del espacio y las formas dotada de la precisión que exigía aquel oficio. También eran muy dados a la abstracción, pues tenían que imaginar complicados funcionamientos de sistemas y mecanismos. En definitiva, estaban un poco enfermos, su lógica era compleja y sus facultades, orientadas a perderse por oscuros rincones del alma. Algunos de ellos, verdaderos apasionados de lo prohibido - solo por serlo- se hacían con unas publicaciones inconcebibles.

Aquellas revistas extranjeras, aparecían en la oficina, con una periodicidad de suscriptor. Las ocultábamos bajo la documentación técnica, entre planos de maquinaria y diseños de piezas. El procedimiento para verlas era sencillo y discreto. Se organizaban viajes al lavabo por turnos. Echábamos a suertes el orden de lectura, yo rezaba para que me tocara de los primeros para no tener que pasar las páginas con pinzas. De lo contrario la grima de coger en mis manos la revista manida, podía arruinar el gozo de su contemplación.

Provenían siempre de países nórdicos, presentaban modelos indefectiblemente rubios. Este aspecto suavizaba el impacto de las imágenes, ya que veíamos nuestra naturaleza alejada de aquellos actores, de manera que las fotos tenían algo de idílico e irreal. Para nuestra sensibilidad, solo hubiéramos considerado sexo verdaderamente duro, el haber visto pelo negro y pieles morenas. Aquellos miembros sonrosados, aquellos sexos femeninos vestidos con vello suave y claro, nos parecían angelicales comparados con nuestra propia tosquedad.

(Continuará)

sábado, 4 de octubre de 2008

MUDOS



El silencio tenso del domingo por la tarde, planea sobre un fondo de molicie. El televisor encendido ilumina la sala con una mortecina telemovie americana sin vida. Cae la tarde y la luz rosada conduce a una oscuridad que solo romperá mañana, la luz de un lunes aciago. La existencia es espesa, untuosa, gris.

Para acabar con el tedio me acerco a tu sillón. Mis manos inician un juego sobre tu cuerpo para romper el maleficio de una realidad vacía. Palpo tu piel suave, busco con la punta de los dedos los pezones. Los rodeo, los presiono, se endurecen, los rozo con las uñas. Tu cara se enciende, la boca se entreabre, los ojos se cierran. Con una mano abrazo los pechos hacia arriba y mi boca va de uno a otro , los junto hasta que las puntas se tocan y los chupo. La otra mano ha llegado a la entrepierna. El dedo corazón se desliza ya sobre una humedad viscosa.

No decimos nada, mudos en medio de un lenguaje sin palabras. Se oyen las voces tenues del televisor encendido, absurdo. Diriges con tus manos mi cabeza hacia abajo y celebro un ritual ciego de lengua sedienta. Tus pies sobre mis hombros, tus manos crispadas en mis cabellos.

Olvido la inminencia de la semana que llega y me hundo en ti, casi a oscuras. Con la derecha te agarro el cuello, el pulgar entra en tu boca, toca la lengua, los dientes. Me muerdes, no duele. Tu mano en mi muñeca, la otra en tu entrepierna se mueve frenética. Todo se agita, cada vez más veloz, mas rápido. El volumen del televisor de pronto aumenta al iniciarse el corte publicitario. En medio del loco vaivén , a mi espalda anuncios de detergentes, pizzas familiares, yogures de mil sabores y coches que ya nadie compra. En un resplandor cambiante de imágenes en color todo estalla y se termina en un segundo. El mítico placer simultáneo a veces ocurre.

Una especie de estupor tranquilo lo llena todo. Salgo a la terraza, mientras me fumo un cigarro, la joven vecina de enfrente, sale a tender la ropa casi desnuda, la miro indiferente. Vuelvo adentro, me ducho. Preparo una cena ligera en dos bandejas y vemos un telediario sin esperanza.